Fuente original del manifiesto AQUÍ
Desde hace muchos años, con independencia de las respectivas adscripciones ideológicas, los hombres y las mujeres que trabajamos en la universidad sostenemos que resulta imprescindible e inaplazable una reforma que ponga fin a su progresivo deterioro. La implantación del Plan Bolonia, presuntamente, vendría a ser la respuesta a este deterioro. Eso es lo que se nos ha dicho. Lamentablemente, pensamos que no es así.
La implantación de este Plan es, en realidad, una imposición que no ha contado con los agentes y las agentes que están directamente implicados, y el deterioro se está abordando sin que se haya hecho un auténtico diagnóstico del estado actual de la universidad. A estas alturas, lo que se puede afirmar irrefutablemente es que se está desguazando la universidad pública, que se está supeditando el funcionamiento a los dictámenes del mercado y que se está derrochando el conocimiento en la medida en que es tratado como una mercancía. En definitiva, se está decretando un cambio del modelo de universidad sin que ninguno de sus impulsores y defensores haya explicado todavía cuál es el eje sobre el que pivota este modelo y hacia dónde debe llevarnos.
Lo único que hemos oído reiteradamente, cada vez en un tono más autoritario, es que el Plan Bolonia permitirá el avance del conocimiento científico, la compatibilidad de las titulaciones y la movilidad de estudiantes, PDI y PAS por todo el territorio de la Unión Europea, o la integración de los graduados universitarios en el mercado laboral europeo, en el cual se supone que prácticamente todo el mundo encontrará un trabajo cualificado al acabar los estudios.
¿Alguien puede disentir de estos propósitos? Obviamente, nosotros creemos que nadie. Pero lo que no nos dicen es que bajo una reconversión docente y pedagógica que, según afirman, ofrece innumerables oportunidades de reforma de los estudios universitarios y un cambio en los hábitos de trabajo del PDI, el PAS y los estudiantes, se nos sustrae, a los protagonistas de la vida universitaria, la posibilidad de reflexionar lúcidamente sobre las decisiones que se están tomando y las consecuencias que tendrán en la configuración de la universidad pública.
Los acontecimientos de este curso en varias universidades del Estado protagonizados por los estudiantes han tenido el acierto y el coraje de denunciar y de poner en la escena pública la carencia de recursos disponibles y el estado de precariedad intelectual y docente hacia el cual nos dirigimos, estado que pretende transformar el conocimiento en simples competencias y habilidades, evaluables principalmente según criterios de rentabilidad empresarial. Brevemente, estos acontecimientos y este coraje estudiantil han removido las expectativas y esperanzas privatizadas sacudiendo la pasividad de muchos de nosotros, que hemos decidido salir de nuestro aislamiento y, de manera colectiva, involucrarnos activamente ante los retos de futuro que la universidad habría de afrontar si quiere hacerlo con responsabilidad. Las protestas estudiantiles han sacado a la luz pública las críticas y reflexiones que hasta ahora sólo existían en los pasillos, a manera de ritual, exponiéndolas en un debate abierto de una manera valiente. Pero a la vez, la respuesta ofrecida por los órganos de gobierno de las universidades se ha orientado a menudo hacia el descrédito y el rechazo de sólidos argumentos y hacia la criminalización de las prácticas y de las personas implicadas en el proceso de discusión del Plan Bolonia con la intención de impedir la emergencia de alternativas y de abortar cualquier proceso de reflexión pública, compartida y democrática: son ejemplo claro las denuncias penales y el desenlace de las medidas sancionadoras a los alumnos de la UAB.
La historia demuestra que la comunidad universitaria no puede quedar al margen de ninguna situación crítica que la afecte. Por eso reclamamos participar en un debate colectivo sobre su futuro. Tantos años y tantos planes y cambios de toda clase, todos tan torpes, nos han vuelto por fuerza escépticos: el futuro de la enseñanza superior y de la investigación científica no puede estar consignado exclusivamente en espacios difusos de decisión ni en gabinetes tecnocráticos que sólo funcionan mecánicamente y rinden cuentas de una manera autárquica.
Es urgente y necesario mejorar nuestro sistema educativo de cabo a rabo, con la participación generosa de todo el mundo. Es por esto por lo que hace falta abrir un debate que no se haga de espaldas a los estamentos de la Comunidad Universitaria, sino que propicie la participación.
La tan reiterada crisis de la enseñanza, que tanto escandaliza a los políticos y que ayuda a llenar de polémicas los medios de comunicación, demasiado a menudo desfigura diferentes aspectos que, con el pretexto de una reforma pedagógica, enmascaran, verdaderamente, una reforma del modelo de universidad. Amparándose en el Espacio Europeo de Educación Superior como si fuera una fuerza de la naturaleza que nadie puede parar porque es resultado de las circunstancias, tampoco se nos dice que la implementación de este Espacio acentuará:
1. El progresivo secuestro de los espacios de pensamiento crítico y el embargo de las capacidades reflexivas y creadoras de estudiantes y profesorado, con la adecuación de contenidos y ritmos frenéticos de los planes de estudio a la lógica de un discurso capitalista de última generación, hoy en profunda crisis y posiblemente ridiculizado por mucho tiempo.
2. La adecuación de la producción y el uso del conocimiento a las leyes del mercado, transformando el pensamiento en meras habilidades, y convirtiendo la formación intelectual en simple mercancía.
3. La insuficiencia de transparencia en la planificación y gestión del día a día de la Universidad, a menudo inmersa en prácticas irrespetuosas con la legalidad vigente que obstaculiza la participación, convertida en un simulacro por la pura prevalencia de operaciones formales y de procedimiento. A manera de ejemplo, destacamos la irregularidad de determinadas figuras contractuales, el incumplimiento de la carga lectiva reconocida en los convenios o la recomendación de la Sindicatura de Cuentas de la UAB para que ajuste sus actividades contables a la legalidad.
4. La extralimitación de las relaciones jerárquicas y de las diferencias de condiciones laborales dentro del PDI y del PAS; la intensificación de las relaciones de poder; la extensión de la sumisión; la colisión de intereses que se resuelven arbitrariamente, prescindiendo de instancias formales; y la utilización de la institución pública para lucros privados, con la creación de un entramado de fundaciones y entidades participadas, másteres privados, etcétera.
Es por todo esto por lo que no nos resignamos a la oferta oficial de una pasividad cómplice y por lo que optamos, en cambio, por una actividad creativa, constructora de alternativas siempre abiertas. Queremos participar en la creación de un espacio abierto de discusión, no mediatizados por principios innegables ni por normatividades inmutables, para intervenir como agentes activos, como hasta ahora lo han sido los y las estudiantes, con la voluntad de ser interlocutores e interlocutoras.
Os emplazamos, pues, a trabajar para hacer realidad estas voluntades y hacemos un llamamiento a la participación activa en este diálogo. El próximo sábado 14 de mazo, a las 10.30 h, PDI y PAS de las universidades catalanas nos encontraremos nuevamente en el edificio histórico de la Universidad de Barcelona para definir las actuaciones inmediatas. De igual manera, los abajo firmantes de este manifiesto también hacemos un llamamiento a la participación activa en las movilizaciones universitarias del próximo jueves, 12 de marzo.
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