domingo, 25 de julio de 2010

¡Que resurja la fe cívica!



Antonio Fuertes Esteban
. ATTAC ACORDEM

A diferencia de las religiones, que históricamente han basado su impulso y legitimidad en una fe externa a la existencia humana, la fe de “los propios”, aquella en la que creo y me apoyo, hunde sus raíces en la profusa y remota necesidad de convivencia como bien intrínseco, en sí mismo y no marcado por ningún principio superior e irrefutable.

La convivencia cívica es admitida hoy comúnmente y en todas las leyes y cartas de principios como un bien de carácter universal, especialmente después de la noche oscura en que el Mundo quedó sumido después de dos guerras mundiales. De allí surgió un nuevo orden escénico con sus organismos internacionales NN.UU, sus instituciones financieras internacionales para favorecer el crédito y el desarrollo a los países más atrasados. Pronto se ha visto que el Poder rápidamente ha pervertido los pactos de post-guerra en su beneficio, desvirtuando los organismos salidos de Bretton Wodds y aquello para lo que fueron creados y acaba - mediante instrumentos de gobernabilidad a-democráticos como G-7, G-8, G-20 - con NN.UU, la paz y por ende con la convivencia internacional.

Lo que todo tipo de poderes despóticos y opresivos han necesitado para instaurarse - sean monárquicos, religiosos, ilustrados, económicos o algunos mal llamados revolucionarios que solo han pretendido sustituir una tiranía por otra - es acabar de raíz con las buenas prácticas de convivencia entre iguales, entre las cuales la más reconocida es la democracia, como autogobierno de los propios ciudadanos y ciudadanas sobre sí mismos/as.

Hoy, cuando el poder plutocrático del dinero se ha erigido en único guardián y árbitro de la actual farsa democrática en el sistema mundo, habiéndose instaurado de facto una dictadura de los mercados y del dinero, es imperiosamente necesario el despertar de la ciudadanía para profundizar en la democracia e ir trazando caminos hacia una autentica democracia radical y republicana de signo socialista.

Porque los poderes electos han legislado para el dinero y no para la ciudadanía y han acabado deslegitimados y sin poder gobernar. Ello lo han hecho mediante el sometimiento legislativo de todos los procesos económicos, sociales y políticos a la ley de la libre competencia, en donde el pez grande se come al chico. Pero también legislando según la conocida máxima empleada por julio Cesar para atajar los problemas imperiales “Divide et impera”, habiendo de hecho conseguido dividir y/o fragmentar a la izquierda sociológica, trabajadores/as y ciudadanos/as en múltiples intereses. Así como habiendo dejado a la opinión pública sometida casi exclusivamente a la tiranía cultural de los medios de persuasión y reproducción social. O para concluir bendiciendo constitucionalmente la libertad absoluta en los mercados de capitales, incluida la opacidad en las transacciones, especialmente las fraudulentas y criminales.

Esta democracia liberal, teóricamente basada en el “imperio de la ley”, deja sin normas, supervisión y control a los grandes delincuentes de cuello blanco de la globalización financiera, dejando en la indefensión más absoluta a la ciudadanía. Estamos sometidos a la ley del más fuerte, los valores de la democracia republicana – libertad, igualdad y fraternidad- han sido abolidos del corpus esencial del sistema actual gobernado por el dinero, en donde el bien común se ha transformado por arte de hipnotizadores sociales y prestidigitadores políticos en bienes de interés económico general, que son todos aquellos que favorecen el crecimiento del PIB, que no del bienestar de la mayoría.

La convivencia ha de recrearse necesariamente mediante leyes y procesos que se basen en la cooperación entre personas, pueblos y Estados. Al Poder le interesa basar los sistemas de relación social en la libre competencia porque solo así se reproducen los mecanismos meritocráticos y/o de dominación al corpus social, lo cual ejerce como legitimación del propio sistema al asumir los “ciudadanos/as” súbditos de las ámplias clases medias los valores del individualismo posesivo, la competitividad y el consumo irresponsable.

Es patente que en un Mundo marcado por la globalidad y la interdependencia se han de ir conformando mecanismos de control y gobernación democrática mundial que sirvan para control efectivo de los ciudadanos y ciudadanas sobre el poder del dinero al que no pueden controlar las actuales políticas nacionales. Unas naciones unidas democratizadas son necesarias para que la democracia de los ciudadanos sea posible.

Es necesario el despertar ciudadano, más allá de la revuelta necesaria, el despertar de una nueva fé cívica que vuelva a poner a la humanidad, como especie, en armonía entre iguales y con el planeta. Un nuevo ideal de emancipación más allá de religiones, naciones, e intereses económicos. Un ideal de ciudadanía universal y ello es posible a pesar de la diversidad, ya que si ponemos el acento en lo que une a las ideologías emancipadoras, no es sino la lucha contra la opresión y dominación de unos/as sobre otros/as.

¡Que resurja la fe cívica!