ATTAC Acordem
Estamos
viviendo un momento histórico de emergencia social y política, que hace urgente
y necesaria la movilización ciudadana. Ha llegado la hora de que la ciudadanía
en pleno recapitule y valore lo que ha venido desarrollándose en la vida
económica, social y política durante las últimas décadas, para extraer
consecuencias que orienten el sentido de su acción.
La crisis
actual del capitalismo se conformó, durante décadas, al calor de la hipertrofia
y descontrol de los mercados financieros globalizados. Mercados en que las
empresas y los capitales gozaron de absoluta libertad de movimientos, apenas
sujetos a normas orientadas al bien común y casi exclusivamente buscando el
beneficio a corto plazo.
Las
consecuencias han sido, la progresiva privatización y oligopolización del
sistema financiero y de la creación de moneda a través de la titulización, el
desarrollo de grandes bolsas de deuda y el crecimiento espectacular de la deuda
pública para absorber la deuda privada de los bancos expuestos a la quiebra y
una economía de marcado carácter antisocial y especulativo. Dicha economía
especulativa está apalancada en los paraísos fiscales offshore - que
constituyen al mismo tiempo las termitas de los sistemas fiscales y el
principal instrumento de la corrupción social, empresarial y política - así
como también apalancada en un mercado internacional desregulado y de alta
frecuencia. Todo ello favorece la especulación sobre todo tipo de activos y
además sin cargas impositivas. Los paraísos fiscales crean al mismo tiempo
competencia y dumping fiscal, suponiendo ello que los estados reduzcan sus
bases y tipos impositivos sobre el capital y que las cargas fiscales del
mantenimiento del sistema de bienestar recaigan mayoritariamente sobre las
rentas del trabajo.
La crisis
financiera, no fue producto del azar, sino de un conjunto de medidas
político-legislativas de carácter oligárquico, conservador y económicamente
neoliberales. Esta crisis pronto se trasladó al conjunto de la economía y de la
sociedad. La ciudadanía ha podido constatar cómo las medidas políticas que han
tomado los gobiernos ante la crisis, no han tenido como finalidad paliar los
efectos de la crisis sobre las personas, sino salvar a los bancos y la economía
especulativa. De aquí que esta crisis en su conjunto haya sido una gran estafa,
que ha supuesto un gran crecimiento del paro, la desigualdad y la pobreza a
nivel mundial.
Debido a las
políticas económicas que nos han sumergido en la crisis, los avances sociales y
democráticos que se conquistaron en la Europa de post-Guerra están sufriendo
una profunda involución. Mientras los trabajadores pierden derechos laborales,
el paro aumenta debido a la crisis y al desarrollo tecnológico, constituyendo
un gran “ejercito de reserva” que
retroalimenta la precariedad y el dumping laboral. Mientras los
servicios y prestaciones públicas son recortados, aumentan los multimillonarios
y las corporaciones reparten sustanciosos dividendos. Mientras salir de esta
situación crítica haría necesaria la participación de la ciudadanía, la
voluntad popular es constreñida y amordazada legislativamente por las
oligarquías políticas y secuestrada desde los grandes medios de comunicación.
Los mercados
financieros especulan sobre los desastres que causa el cambio climático. Jugar
con los desastres naturales futuros para garantizar un buen rendimiento, cuando
los mercados de valores son inestables, se ha convertido en la última moda
entre los aseguradores y financieros. Ante el aumento de los costos de los
seguros, las aseguradoras se han dado cuenta de que el cambio climático está
aumentando el número y la intensidad de los desastres naturales y tratan de
diversificar y aumentar sus recursos financieros derivados.
Las matemáticas
financieras no son sin embargo capaces de tomar en consideración la naturaleza
inmensa y dramática de los riesgos relacionados con los desastres climáticos y
el sistema financiero global no es suficiente para garantizar la estabilidad,
consistencia y resistencia frente a un riesgo sistémico de esta magnitud.
Bienvenidos al mundo de los bonos de catástrofe, las inversiones en desastre.
Mientras,
Europa asienta un golpe definitivo a sus pretendidos principios de solidaridad
y a sus leyes, cerrando fronteras al refugio y la inmigración procedentes de la
pobreza, epidemias o guerras. La idea de Europa vive hoy una situación de
emergencia, cuando los propios valores y fundamentos que la justificaban tras
la post-Guerra, hace tiempo desaparecieron hasta no quedar rastro. Se nos está
mostrando la desnuda y cruda realidad de la proclamada construcción europea y
de su democracia, una nuez en la que permanece la cáscara, pero en que su
corazón hace tiempo se está pudriendo. Hoy están en juego la democracia, el
Estado de derecho, e incluso el gran pilar político en que se asienta el
liberalismo democrático, “el imperio de la ley”
Siempre
supimos que, en el sistema capitalista, el Estado es un instrumento al servicio
del capital, no obstante el llamado Estado social y democrático de derecho de
la Europa de la post-guerra, se constituyó como un gran pacto social entre las
fuerzas del capital y del trabajo. Hoy, con la crisis, constatamos cómo los
poderes económicos han roto unilateralmente este pacto social. Los principios y
normas democráticas están siendo atacados y burlados por los poderes
económicos, que están vaciando al Estado y sus instituciones como depositarios
de la soberanía popular y convirtiendo el proyecto democrático en una
entelequia. Y son organismos internacionales no elegidos democráticamente como
el FMI, el BM, la OMC, la OCDE, el G-20 o el Consejo Europeo, quienes avalan
esta pérdida de poder de los estados frente a las grandes corporaciones.
Hay que atreverse
a decir claro y alto que las
corporaciones hace tiempo que están dando un golpe de estado a la democracia en
Europa y esto con el apoyo de los organismos financieros internacionales y de
una mayoría de gobiernos cómplices o siervos. Esto es así cuando tratados
como el TTIP, TISA o CETA pretenden anular el ejercicio de la voluntad popular y
suplantarlo por la dictadura de las corporaciones. O cuando estas mismas
corporaciones y grandes fortunas burlan sus obligaciones para con las haciendas
públicas por medio de los paraísos fiscales. O cuando el interés de los bancos
pasa por delante de las necesidades sociales de los más vulnerables. Ante todo
ello podemos tener por seguro que cuando los estados han rendido sus armas al
capital, ha llegado la hora de la ciudadanía.
Cada vez
resulta más necesaria y apremiante la convergencia de los, hoy dispersos,
movimientos sociales, organizaciones sindicales re-formuladas de lastres
sistémicos y de todas las fuerzas políticas contrarias al neoliberalismo. Hemos
de derribar las murallas de insolidaridad que la Europa del capital ha
levantado. Habremos de organizarnos y movilizarnos políticamente para ir
articulando un movimiento europeo en defensa de la democracia que sea el germen
de la necesaria revuelta cívica ante este estado de cosas. Para ello sería
necesaria la convergencia de las luchas existentes: Por el medio ambiente,
mareas, sindicales y derecho al trabajo, derecho a la vivienda, tratados de
libre comercio, justicia fiscal, deuda, 28 M,….etc, bajo la bandera de un
amplio movimiento popular en los estados de Europa, que la defienda de los
ataques del capital y de las fuerzas conservadoras y abra la puerta a otra
Europa posible.
Hemos de ir
fraguando la unión de los movimientos socio-políticos transfronterizos, urdiendo
espacios de encuentro y de construcción política de ciudadanía europea.
Habremos de oponernos sin paliativos al actual entramado oligárquico europeo. Habremos
de unirnos para constituir la Nueva Resistencia, la resistencia democrática
ante el avance dictatorial de los mercados financieros con la complicidad o
pasividad de los gobiernos de turno en Europa, que nos embarcaron en esta
travesía de pesadilla llamada Unión Europea. La unión de los pueblos de Europa
solo puede construirse de forma democrática, social, ambiental y solidaria
hacia el Mundo.
Pero para
construir esta fuerza de resistencia, no podemos hacerlo sin superar los egoísmos
partidistas. La Resistencia se fragua con res pública y ciudadanía política,
con proyecto político frente-populista e internacional. Si la palanca de esta
resistencia habría de constituirse unitaria e internacional, el enemigo al que
combatir ha de de-construirse negando y atacando sus fundamentos, que son los
instrumentos erigidos en pos del beneficio económico a costa de nuestra
democracia, de nuestros derechos y de nuestra vida. Al mismo tiempo que
generando alternativas económicas democráticas, justas, ambientales y solidarias.
En este
sentido, hay que ir torpedeando con argumentos sólidos y movilización con
fundamento los buques insignia del entramado oligárquico que nos trata de
esclavizar. Y, siendo siempre proactivos, el proyecto anti-oligárquico y
democrático hoy, tiene como retos:
Planificar la supervisión y control de los mercados
financieros y de sus instituciones.
Regular la circulación irrestricta de capitales.
Proclamar la necesidad de disponer de unos bancos
centrales públicos, al servicio del pueblo y no de la banca internacional.
Cuestionar la emisión privada de moneda por los
bancos.
Luchar por ir recuperando el bien común público que
significan las finanzas, ello mediante una banca pública, ética y con control
social.
Exigir la separación de la banca privada comercial y
la financiera.
Acabar con los paraísos fiscales e implantar un
impuesto a las transacciones financieras internacionales.
Abrir paso a una fiscalidad justa, ambiental y
solidaria.
Lograr abrir el proceso a una auditoría de la deuda
y al impago de la ilegítima.
Proclamar nuestra absoluta oposición a los
eufemísticamente llamados acuerdos de libre comercio: TTIP, TISA, CETA,.., otros.
Y finalmente, importantísimo. Luchar por la
reducción del tiempo de trabajo para que el derecho al trabajo digno sea
efectivo y así acabar con el “ejército de reserva de trabajadores en paro” que
es la mayor arma del capital contra los trabajadores y trabajadoras.
Un proyecto
ciudadano haría bien en considerar la lucha por la democratización de la
economía y las finanzas como su primer objetivo, y las organizaciones políticas y
sindicales por el cambio harían bien en mostrar el camino hacia la consecución
de derechos, que no es otro sino el cambio del sistema económico actual, ya que
ningún logro social será posible si no cuestionamos de raíz los instrumentos
económicos que el capital tiene para dominarnos, vulnerar derechos y
someternos.