Antonio Santamaría
es traducción, el original en catalán
La formulación de las preguntas sobre el
derecho de autodeterminación y la fecha de la consulta han marcado un punto de
inflexión en el proceso soberanista iniciado con la sentencia del Tribunal
Constitucional sobre el Estatuto. Aquí se analizan sus contradicciones y los
posibles escenarios políticos.
Coincidiendo con el simposio España contra Cataluña, un ejemplo de manual de la
manipulación de la historia típica de los nacionalismos, se presentó con la
solemnidad de los grandes acontecimientos históricos la fecha y la pregunta de
la consulta sobre la autodeterminación de Cataluña. Si fuera cierta la maniquea
tesis del simposio, ¿como se explica el apoyo que la Liga Regionalista de
Francesc Cambó dio a los golpes de estado de los generales Primo de Rivera y
Franco?
La decisión de formular la pregunta y la fecha de la consulta ha sido
determinada por las amenazas de ERC de no apoyar en los presupuestos de la
Generalitat precipitando unas elecciones avanzadas donde CiU se hubiera enfrentado
a una previsible derrota electoral.
La pregunta plantea muchos problemas por su deliberada confusión y ambigüedad,
al no abordar directamente la cuestión, como sí que se hará en Escocia donde se
pedirá a la ciudadana: “¿Quiere usted que Escocia sea un Estado independiente?”
La paradoja de Condorcet
La primera interrogación (¿Quiere que Cataluña sea un Estado?) no nos dice por
qué tipo de Estado se quiere: ¿ federal, confederal, libre asociado…? Unas
preguntas que han desatado el ingenio cómico popular (ver el satírico El
Jueves) propio de los países latinos.
Además, si la consulta llega a celebrarse habrían serios problemas en el
momento de escrutar los votos para determinar cual ha sido la opción más votada
y si esta tiene la mayoría suficiente para tirar adelante el proyecto.
Fácilmente se podría dar la llamada paradoja de Condorcet, según la cual la
opción menos votada fuera la que ganara. Así, pues, el escrutinio podría
introducir todavía más confusión. Un grave problema para una consulta destinada
a que el pueblo de Cataluña se pronuncie con claridad sobre una cuestión
capital.
Las dos preguntas y las tres opciones que tendrían que elegir los catalanes
parecen una concesión a Unión y a ICV-EUiA. En el primer caso para apaciguar
las reticencias de un partido nacionalista, pero no independentista y en el
segundo para evitar que las fuertes discrepancias internas sobre este tema
conduzcan a la fractura de la formación ecosocialista.
Soberanía imaginaría
En cualquier caso se ha dado un paso que marca un punto de inflexión en el
proceso soberanista comenzado con la manifestación de rechazo a la sentencia
del Tribunal Constitucional (2010) que laminó el Estatuto del 2006.
Un proceso que está rodeando de un aire de irrealidad la política catalana. Se
quiere plantear un referéndum con unas opciones confusas que, además, necesita
la autorización del gobierno central cuando ya se sabe, con toda certeza, que
no la dará nunca.
Un nuevo Estado, para ser considerado como tal, necesita del reconocimiento
internacional, circunstancia que tampoco parece producirse, quizás obviando el
caso de Israel. Un hecho especialmente importante en lo que respecta a la Unión
Europea que ha manifestado en reiteradas ocasiones que la independencia
unilateral de Cataluña comportaría la inmediata salida de la UE.
Tampoco, a nivel interno, el movimiento independentista concita el amplio apoyo
social que reclamaría una apuesta de esta envergadura. Ni la alta burguesía,
representada políticamente por PP y UDC, ni la clase trabajadora parecen
ilusionadas por el proyecto secesionista, como se puede comprobar en las
divisiones internas que atraviesan PSC e ICV-EUiA en torno a este tema y por el
crecimiento de Ciutadans, que podría acontecer la tercera fuerza del país, ante
la inoperancia de las dos formaciones de la izquierda parlamentaria catalana de
impulsar un proyecto alternativo al independentismo.
Desde un punto de vista sociológico el movimiento soberanista se apoya casi de
forma exclusiva en unas clases medianas, exasperadas por la dureza de la crisis
económica, con contenidos netamente conservadores.
Ciertamente, la reivindicación de un importante sector de la sociedad catalana,
de ser consultada sobre la cuestión nacional, exige una respuesta democrática
que no puede desterrarse con el recurso a la inviolabilidad de la Constitución,
las amenazas y un inmovilismo que únicamente puede incrementar la fuerza del
independentismo.
Ahora bien, el procedimiento elegido no parece el más adecuado para satisfacer
esta reivindicación.
La inoperancia de las izquierdas
En cualquier caso, el proyecto secesionista ha conseguido dos objetivos
estratégicos. Por un lado, desplazar del centro del debate político la cuestión
social y poner en segundo plano la brutal política neolliberal del gobierno de
la Generalitat que está impulsando un ataque sin precedentes a las condiciones
de vida y de trabajo de la clase trabajadora.
De otro, provocar la división de las fuerzas de izquierda y certificar su
inoperancia para combatir las políticas económicas antisociales impulsadas
desde la Generalitat y dar una respuesta alternativa al reto soberanista. La
imagen de Mas flanqueado por Herrera (ICV), Mena (EUiA) y Fernández (CUP)
muestra el seguidismo de la llamada izquierda transformadora y radical respecto
a las clases medianas representadas por Junqueres (ERC) y Mas (CDC).
CDC, UDC, ERC, ICV, EUiA y la CUP apoyan a la pregunta y la fecha. De este modo
Mas ha ganado un año o dos para mantenerse en el poder y atizar el victimismo
nacionalista ante la cerrada negativa del gobierno español a permitir la
consulta.
A la otro banda del Ebro, el reto soberanista está provocando el rearme
ideológico y político del nacionalismo español y podría salvar los muebles al
PP que, después de una legislatura desastrosa, podrá envolverse en la bandera
española y presentarse como el campeón de la unidad nacional amenazada.
Dos escenarios
Ante este complejo panorama, se abren dos opciones. Primera, que la Generalitat
convoque la consulta a pesar de la expresa prohibición del estado español, lo
cual abriría las puertas a un conflicto de legitimidades e identidades de
imprevisibles consecuencias que evoca un escenario yugoslavo.
Segunda y más probable, que ante la imposibilidad de convocar de forma legal
–es decir con permiso del estado español- se disuelva el Parlamento de Cataluña
y se convoquen elecciones plebiscitáries. Unos comicios que podrían coincidir
con las generales españolas donde el PP podría perder el poder, un posible escenario donde podría plantearse
una reforma de la Constitución para satisfacer ni que fuera parcialmente las
reivindicaciones del movimiento nacionalista catalán.
En fin, la partida se juega en un terreno complemento favorable a las derechas
española y catalana en un escenario donde se exasperarán las peores pasiones
nacionalistas. De forma que se creará un clima irrespirable para aquellos que,
como quien subscribe estas líneas, no son nacionalistas -ni españoles, ni
catalanes- ante una opinión pública polarizada e intoxicada.
Foto: Artur Mas, rodeado de
representantes políticos de los partidos con quienes ha llegado al acuerdo para
hacer la consulta el próximo noviembre, este jueves en el Palau de la
Generalitat. Autor: Generalitat.