En 1982 el triunfo del PSOE en
las segundas elecciones generales post-franquistas llenó las calles de España
de masas enfervorecidas,
por lo que, a
pesar de la moderación de la opción de izquierdas triunfante, el PSOE,
constituía un signo de que los tiempos estaban cambiando.
Y efectivamente hubo muestras de
cambio en unos primeros años que constituyeron el despegue del denominado Estado
de Bienestar, siendo sus cuotas mayores la extensión de la sanidad universal
bajo el ministerio de Llul o de la Educación obligatoria y gratuita bajo el de
Maravall, así como el del sistema universal de pensiones, contributivas y no
contributivas.
No obstante todo ello se realizó
en base a una financiación que supuso la venta de una buena parte de lo público
- empresas y suelo- a las corporaciones y a una re-conversión industrial y
agropecuaria dudosa y que en parte se adaptó a los requerimientos que los
países impulsores de la CEE impusieron, en lo que suponía en algunos casos
"pan para hoy y hambre para mañana"
La entrada torticera, que a
través de Felipe González, España hizo en la OTAN en 1986 fue otro de los
requerimientos que otros países europeos, pero especialmente la Alemania de
Helmut Kohl, valido de EE.UU en el continente, exigieron a Felipe González para
que España entrara en la CEE, este proceso lo dirigió FG "a las mil
maravillas"
Los tintes políticos que dejaron
en el tejido político y social los llamados neocons, Ronald Reagan y Margaret Thatcher, que
adoptaron las políticas neoliberales,
fueron absorbidos por una parte de la izquierda, la socialdemocracia,
que se tornó en social - liberalismo a través de Mitterrand, F. González, (sucintamente) pero sobre todo y ya
explícitamente a través de las políticas de la llamada Tercera Vía de Tony
Blair y Schröder, que se impusieron dentro del amplio espectro político
socialdemócrata.
Fue ésta sucesiva deriva la que
supuso que el bloque de "izquierda" mayoritario hasta los primeros 80
en Europa diera el giro radical en sus políticas económicas hacia políticas de
derecha neoliberal, cuestionando de rebote las políticas keynesianas y
socialdemócratas que ellos mismos habían defendido después de la 2ª Guerra
Mundial y que consolidaron los llamados "30 años gloriosos" de la
Europa del bienestar.
La asunción de estas políticas neoliberales
y más tarde ordoliberales, constituyó la gran rendición de la izquierda europea
hacia la Europa del capital y fue el inicio de la debacle política y social.
Debacle política en cuanto supuso el reforzamiento y enseñoramiento del capital
frente el trabajo inicialmente y posteriormente del capitalismo financiero
frente al capitalismo industrial. Esto último significó el sometimiento de la
economía a los mercados financieros y la dictadura de los poderes financieros
sobre la política y la sociedad, la pérdida de la soberanía popular y de los
derechos conquistados por las clases trabajadoras y en conclusión podemos
asegurar que la pérdida de la democracia, que ha quedado reducida a una máscara
sin alma democrática, cuando el sistema realmente existente es una tiranía de
los mercados y especialmente de los mercados financieros.
En este contexto, cuando la
izquierda mayoritaria como referencia social hace tiempo que perdió el rumbo y
su voluntad y sustancia emancipadora, no es de extrañar que la sociedad, a
través de esta pérdida de un referente mayoritario de las izquierdas de
post-Guerra, la socialdemocracia, se haya des implicado de la política, en su
acepción de participación activa como fuerza de cambio. Han quedado como
referentes de la izquierda, eso sí muy determinada por las circunstancias socio-políticas
generales, unos partidos que hasta hace 5 años, en las elecciones no vienen
superando la cuota del 10% de los votos, impotentes de poder generar confianza
y entusiasmo en una mayoría de la población española. A ello se une la leyenda
negra que el comunismo y el anarquismo suponen para una mayoría de la población
de este país debido a la aculturación franquista. En realidad el socialismo era
el único capaz de entrada de haber podido cambiar la cultura política del
franquismo y eso es lo que hay que reprocharle hoy, su gran traición a las clases trabajadoras en
Europa y en España. Socialistas que se han cargado la cultura de izquierda, que
han vendido lo común y que han hecho depender el bienestar colectivo del
resultado de competir en los mercados, de la famosa competitividad ¿les suena? tan
apreciada, por cierto, por unos sindicatos que durante décadas han tenido como
eje principal de su acción exclusivamente el economicismo, no así la
transmisión de una cultura de izquierda.
Hemos estado condicionados en el espacio
político durante tres décadas al omnipresente bipartidismo, que ha movido la pieza
del tablero social hacia la derecha política y hacia el limbo ideológico. Ello
sin que una minoría de partidos, parlamentarios o no parlamentarios, y movimientos sociales de cambio o de
izquierda discursiva consiguieran tener peso específico en las Instituciones y
los medios de comunicación del país, ya que su cuota de representación era
escasa.
Fue el movimiento del 15M, en
principio ajeno a los embates políticos parlamentarios u organizados socialmente
hasta entonces, el que consiguió con su improvisada, explosiva y radical acción
contra la pantomima democrática, hacer emerger las sensibilidades dormidas de
muchos ciudadanos y generar un atisbo de inconformismo y esperanza en una gran
parte de la población española. Y recuerdo que ello fue desde unas proclamas en
las que lo que se sojuzgaba era la tiranía de los mercados, la corrupción de
las Instituciones “democráticas” y en que se pedía una democracia real.
Por aquel entonces ya advertía
que lo que se estaba fraguando en la Sociedad española no era epidérmico, que
era profundo y que un 70% de la población lo veía y valoraba con buenos ojos,
según dejaba constancia la prensa del momento. Advertía, haciendo paralelismos,
que era un movimiento social paralelo a la fase previa lo que constituyó
la base fundacional de los “Estados
generales” en la
Francia revolucionaria.
Que era un movimiento social de
explosión cívica republicana.
Y es que, muy especialmente, lo
que este movimiento de espontáneo júbilo por el cambio en España pedía, era
acabar con la corrupción y
el estigma patrio que pervivían en ese momento y que impedían que las clases
populares mayoritarias del país - lo que algunos, un poco exageradamente,
llaman el 99% -
pudieran determinar su
destino bajo las referencias políticas creadas en el marco del régimen del 78 y
en las cuales el bipartidismo hegemónico era ley y en el que la sociedad estaba
herida y fragmentada por las secuelas, aún existentes, de la Guerra Civil
Española.
Conforme esa generación de
jóvenes lúcidos y osados que alumbraron el 15M, que hicieron de nuestro país un
referente mundial, iban diluyéndose debido en parte a la falta de un marco
organizativo, a los debates interminables en su seno sin encontrar líneas de
organización consensuadas – o especialmente al debate de confrontación entre
los que querían seguir instalados, como amplio movimiento social, en la
asamblea prolongada y decisoria y los que pensaban que los activos de este
movimiento anti régimen del 78 había que trasladarlos a una fuerza política
resolutiva y que consiguiera cuotas de poder en las instituciones, avalado eso
sí, desde un amplio movimiento democrático de bases y el debate cívico continuo
– iba emergiendo de nuevo, ante esta
dilución, la desesperanza, que duró justo hasta que la organización política
Podemos volvió a generar pasiones de cambio y movilización a partir de las
elecciones europeas de 2014.
No es extraño que esta
organización fuera la que en primera instancia recogía los réditos extraviados
del 15M. Recogía lemas básicos que están escritos en el acero de la sociología
política de este país, que mayoritariamente está dispuesta a aceptar argumentos
sólidos por el bien común, ahora eso sí depende de donde vengan. Y cada vez más
una sociedad políticamente desafecta por los desafueros políticos de unos y otros,
estaba dispuesta a castigar a los partidos corruptos y recortadores del 78,
pero no estaba dispuesta a encumbrar a los ismos opositores minoritarios
durante 30 años, en los que unos no veían proyecto y otros no los veían de los
suyos. Había de ser algo nuevo lo que volviera a entusiasmar a un sector de
votantes cabreados, abstencionistas o desafectos y ese alguien nuevo fue
Podemos.
Podemos, aun siendo claramente de
izquierdas por su proyecto, fue consciente desde un principio del recelo que en
este país significaba votar izquierda comunista en amplios sectores de la población que sin embargo
podrían votar por el cambio y por el bien común, algunos de ellos desencantados del PSOE, es por ello que adoptan la estrategia de situarse en la centralidad del tablero, lo cual significa una variación en las formas del lenguaje y en la representación de símbolos e iconografía de la tradicional izquierda, pero sin variar ni un ápice las políticas destinadas a la consecución del bien común, republicanas radicales. Y no olvidemos que adoptaban
como color insignia un sugerente lila o morado que cayó de la bandera republicana
en 1978. A pesar que ahora no se declaren abiertamente republicanos por no
abrir algunas heridas en el “99%” que es al que se dirigen, su proyecto es
absolutamente republicano. A los de abajo contra los de arriba, lema de
rebelión contra la tiranía de los pocos y que llamaba a unirse a los
ninguneados, a los oprimidos, a los excluidos y a los cuestionados de amplias
capas sociales que han visto como la democracia sucumbía en este país al poder
de los caciques, los amiguetes de los caciques y los mercados financieros
internacionales (bajo mediación de políticos y caciques)
Es cierto que Podemos ha perdido,
desde la Asamblea fundacional de Vista Alegre, unas cuantas señas de identidad
y encanto y sus líderes tienen necesariamente que tomar buena cuenta de ello para
ver cómo van a volver a recuperar el entusiasmo vital que caló en principio en
mucha gente, algunos de los cuales han perdido la ilusión.
Es cierto que un proyecto como
Podemos peligra por muchas suturas y una de las más peligrosas es la participación egoísta o bien
la no informada, ni con cultura política, a igualdad de nivel con la que sí la
tiene – por ello la formación cívico política es una de las tareas que Podemos
ha de abordar urgentemente y no puede obviar - Otra sería la entrada en podemos
de trolls y oportunistas, en lo cual no es causa menor su sistema de
inscripción universal, cibernética y no conocida. Y es por ello que, siendo
conscientes de estos motivos, la dirección de Podemos ha rebajado el sistema
participativo-decisional ante la incapacidad de poder controlar o reaccionar a
las adversidades y posibles perversiones de su sistema abierto. Pero es obvio
que eso ha herido la frescura de sus inicios. Habremos de preguntarnos y
construir un sistema que conjugue control con ejercicio democrático y esta no
es una cuestión menor, sin embargo es una cuestión que no tienen en cuanta
muchas personas que a día de hoy critican a Podemos. Hay que ayudarles a solucionar
esta diatriba.
Mi posición ante Podemos se ha vuelto precavida, pero de apoyo dado que como
republicano de izquierda y como ciudadano informado de mi sociedad y de mi
mundo, hace bastantes años que considero que para que en democracia podamos
vencer al capital hemos de converger en un movimiento republicano hacia el bien
común. Lo que han tenido las diversas banderas que han tratado de apropiarse de
la República desde ismos determinados, es que han dividido al pueblo, a los
más, entre diversas “iglesias cívicas” ideológicas que muy a menudo se confrontan
entre sí, antes incluso que con el enemigo común que es la tiranía de los
mercados. Hay que recuperar el espíritu de la República democrática, retrotraernos
más de 200 años. Igualdad, libertad, fraternidad y ahora añadir un cuarto
principio republicano: respeto profundo al planeta que nos da vida y nos
sustenta.
Pero hemos de encarar necesariamente en varios debates. Uno
es ¿qué tipo de república del bien común? ¿Cómo pensar en república hoy, en un
mundo global, interconectado e interdependiente? Yo voy tratando aspectos varios sobre globalización, globalidad y globalismo en
mi blog
Res Pública Global.
Una de las respuestas marco
políticas, viene dada por la actual situación, de absoluto dominio del capital
y de la competencia a niveles globales, en contradicción con lo que habría de
ser una Res Pública Global: democracia y solidaridad. Y la respuesta política
hoy está marcada por la rendición cuando no aquiescencia o directamente
colaboración de los poderes políticos ante el capital. Por eso cualquier
respuesta de ciudadanía global no puede contar en estos momentos con unas
instituciones ocupadas por los siervos del capital y ha de partir de federar
movimientos sociales, bases disconformes y luchas. Primero hemos de
reconquistar Europa de las garras de los tratados vergonzosos, de la Troika y
de los lobbies. Pero para eso un largo periodo de luchas nos espera. El
movimiento de rebelión cívica de la ciudadanía europea por una Europa de las personas os espera.
Empezamos con
Marcha a Bruselas. En
Cataluña
Marxa a
Brussel·les.
No obstante no creo que de este
movimiento haya de ser un movimiento banderizo que acabe diluyéndolo por lo
diferencial, frente a lo común e importante. Juntemos todas las banderas y
dejémoslas descansar en un rincón, eso sí, al calorcito. Es un consejo y una
profunda convicción. Retrocedamos a los prolegómenos de los “Estados generales”, esta vez en
Europa.
Antonio Fuertes Esteban
10 de octubre de 2015