viernes, 11 de febrero de 2022

Pero ¿Quien manda aquí? (1) ¡Danzad, danzad malditos!



 

Las batallas reales van por trincheras, las políticas, en España, avanzan desde las autonomías prefigurando el espacio político en que se dirime la “batalla de todas las batallas”, la final en el Estado. El escenario en Castilla- León viene siendo actualidad desde hace semanas, como muchos otros escenarios lo han sido antes y lo seguirán siendo.

Como en la película ¡Danzad, danzad malditos! De Sydney Pollack, mientras, la música sigue sonando en la pista de las maratonianas performances democráticas, controladas por los que siempre han hecho negocio con todos los espectáculos, los plutócratas de turno mantienen sus apuestas políticas preferentes bien situadas desde los altavoces mediáticos del recinto patrio bajo su control accionarial.

Focos y cámaras cubren de continuo a los líderes representantes de este espectáculo, que acaparan así la atención y las expectativas políticas de las gentes. El mañana se está jugando mediante un baile maratoniano de declaraciones, posicionamientos, cifras y pactos que se nos muestran como el universo de las propuestas políticas con respecto a lo posible. Por lo enconado de la contienda podría deducirse que los vencedores habrían de ser, de facto, los líderes que en el futuro pudieran cambiar nuestra situación, respondiendo a los intereses de quien en ellos confiamos; que fueran a ostentar el poder de decisión sobre lo sustancial que afecta a la colectividad.

El premio, para estos aventureros del espectáculo electoral, será poder ejercer su profesión política en el Gobierno Autonómico, durante un tiempo estipulado en el que tendrían el honor de servir al bien común de la comunidad política que los ha elegido y muy especialmente el privilegio de priorizar y favorecer el de sus votantes y/o fuerzas sociales o económicas que les dan apoyo.

Hasta aquí se podría argumentar el guion pre-diseñado de este “momento estelar de la democracia”, el de la elección de las candidaturas más apoyadas por la ciudadanía y el consiguiente proceso de investidura, en un ejercicio necesario como ritual de delegación de la soberanía popular. No obstante este ritual tiene una forma y un fundamento muy bien establecidos desde el sistema que periódicamente monta esta “fiesta” democrática.

Guy Debord y el movimiento Internacional Situacionista, que alimentó el espíritu del Mayo del 68 francés, argumentaron sobre lo que denominaron Sociedad del Espectáculo. Lanzaron este constructo contra la cara-espectáculo de la sociedad y sus ritos y en concreto también en lo que afecta a la máscara de las categorías políticas representativas. Las elecciones en esta sociedad del espectáculo se producirían como una realidad ritual, una forma procedimental caracterizada y pre-establecida desde el Poder. La representación se muestra así como algo más real que la experiencia vivida y somete al individuo a la condición de espectador pasivo y a aceptar pasivamente el estado de cosas existente. Los ritos de la sociedad del espectáculo retroalimentan continuamente los aspectos míticos del poder.

El mito demócrata liberal del poder como soberanía popular es el más extendido y compartido de la política desde las revoluciones francesa y americana hasta nuestros días. Como todo mito cumple una función de anclaje de la representación en un ideario, que es el ideario que acompaña a los procedimientos implícitos en los rituales democráticos.

Contrariamente a la idea de soberanía popular plasmada en los ordenamientos legislativos, un buen número de autores desde la política, la sociología, la economía o la filosofía han abundado en el aspecto ritual y mítico de la democracia liberal o formal. En realidad muchos son los autores que han hablado de la realidad elitista de las democracias occidentales. Las élites políticas, militares y económicas, decía el sociólogo norteamericano Wraight Mills en los años 60 del siglo pasado, poseen un punto común sobre el Mundo que hacen prevalecer e imponen socialmente, pero por encima de todas está la élite económica que predomina sobre todas las demás. Fue un politólogo, precisamente liberal, Robert A. Dahl quien en los 70 habló de que el ordenamiento democrático constituía en realidad una Poliarquía, en donde diferentes oligarquías políticas competían por obtener el poder. Aunque el caso es que como muy bien señaló Wraight Mills, el poder político siempre ha sido subsidiario del económico en los actuales sistemas democráticos.

Tal como ha ilustrado el marxismo epistemológico, la democracia liberal hoy no es sino el telón de fondo donde se reproduce la lucha de clases como motor de la historia, en el sistema capitalista actual. En esta democracia formal, el logro democrático igualitario de facto vendría dado por la derrota parlamentaria de las fuerzas capitalistas oligárquicas, siendo que, cada vez más, se constata cómo una democracia real es estrictamente incompatible con el sistema capitalista. Como explicitaron teóricos sobre la democracia en diversas épocas, como Alexis de Tocqueville o Norberto Bobbio, la democracia, aparte de con la libertad de voto, tiene mucho que ver con las cuotas de igualdad conseguidas en la sociedad; ha de ser procedimental y sustancial.

Finalmente, las teorías anarquistas desde el socialismo libertario desconfiarían de cualquier forma de estado como garante de la democracia posible y propondrían organizar la sociedad en torno a confederaciones de comunidades o comunas libres y autogestionadas. El mayor valor de las corrientes diversas de pensamiento libertario, ha sido los valores que han proyectado en diversos movimientos sociales y sociedad crítica. La democracia directa, radical, participativa y la crítica de la representación, reivindicando otras formas de hacer política, más consultas ciudadanas y una democracia informada y de base. Estos han sido avances sociales teñidos en parte de algunos valores que los movimientos libertarios han ido imprimiendo en la sociedad.

Pero llegados a este punto de posibles, surgen preguntas inevitables que nos enfrentan a la verdad desnuda de la política ¿Quién tiene auténtico poder y cómo lo ostenta? *

*Lo trataremos en una próxima entrega

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