Fallo de sistema (VIII)
Las cartas están repartidas y
vistas. La dilación del proceso de consulta en Cataluña no traerá más que mayor
inquina y desafección mutua, que harán imposibles la armonía y estabilidad
política catalana y española. El destino llama otra vez a la puerta de la
historia común, abanderando intereses y oprobios históricos varios. Es el
destino marcado desde las coordenadas de la etnicidad, que regurgita
periódicamente afrentas, deslealtades y bilis históricas.
Los que en medio del fragor
patrio no se sienten vinculados ni representados por proclamados destinos
históricos, aquellos que afirman servir a la única razón de la emancipación
humana, no pueden sentirse identificados con esta apisonadora del cruel destino
- un destino trazado y revivido como perpetuo ritual por los pastores, líderes
patrios o profetas apocalípticos de aquí y de allá - les acompaña una profunda convicción
humanista que les lleva a transcender la cartografía histórica de tropelías y
desafueros mutuos. Nunca se sintieron esencialmente de patria alguna, sino que
siempre asumieron una condición internacionalista apátrida. Su existencia no se
vincula más allá del deseo de lealtad, solidaridad y gentil trato con las
gentes que nacen, adoptan, refugian o pasan por un territorio.
En este hilo descriptivo de la
ubicuidad, los sentimientos y de la razón humana; más allá de vanidades
étnicas, hemos de pensar que el Poder se reviste de sutiles ornamentos para
cada circunstancia y momento y, a día de hoy, en este lugar del planeta llamado
Cataluña, son dos naciones con sus intereses oligárquicos enfrentados y los
plutócratas lejanos que forjaron la crisis, los que marcan y condicionan el
debate patrio.
Nada nuevo bajo el sol, la
historia se repite una y otra vez. El enfrentamiento entre pueblos o etnias es
el caldo de cultivo del sino como mito del eterno retorno: La supuesta y
omnipresente imposibilidad del ser humano de superar las maldiciones del Dios
contrariado y furibundo en el Jardín del Edén, que históricamente predispuso al
sometimiento de los muchos a una casta de monarcas, ricos y sacerdotes,
personificaciones terrenales del poder divino. O bien como mito de Babel, en
que el poder divino somete a la confusión, al éxodo y la diáspora a aquellos
que juntos levantaron torres a su altura.
Los arcanos patrios vigilan,
están siempre presentes y periódica y caprichosamente nos embarcan en epopeyas
como pueblos con un pretendido sentido histórico, creyendo que la "diosa
Fortuna" guiará al pueblo hacia la emancipación, tejiendo en el tránsito
paisajes humanos impresos como si fueran las cartas del destino, cuando el
destino es diseñado cada día por los poderosos.
No obstante el espíritu que anima
a los seres libres sigue buscando su paraíso perdido su Babel olvidada. Esa
búsqueda es la que ha nutrido siempre las razones y episodios de la
disconformidad, de la crítica, de la rebeldía, de la insurrección de los
muchos, exigiendo de nuevo un lugar digno en este Mundo y organizando la
revuelta para recuperar el Edén y Babel, esos paisajes que los poderes nos
robaron para prevalecer sobre nosotros adjudicándose ellos el bien y condenando
a los muchos a la dispersión y al sufrimiento.
Por eso hemos de recuperar el
sentido de unidad de pertenencia, forjando los valores que nos catapulten
definitivamente a ser especie humana. El Poder, arcano, nos quiere separados
para confundirnos y dominarnos mejor. Divide et impera.
Sólo aquellos que se reconozcan
como iguales, sin atávicos lazos de sangre patria; los que tejan sueños
fraternales a diario, los que derriben muros, tracen puentes y diluyan cada día
las fronteras físicas, económicas y psíquicas que nos atenazan y enfrentan,
podrán constituirse como humanos libres para construir otro mundo posible.
Libres del pasado inmisericorde de agravios mutuos, libres de intereses
étnicos, libres de instinto de dominio o de servidumbre, libres de mitos
fundacionales que impiden cualquier cambio real: los mitos y supercherías
religiosas, los mitos patrióticos y los mitos del dinero como felicidad y del
progreso sin fin que están destrozando la madre Gaia, el único “mito” que nos
sustenta.
Cataluña tiene hoy un corazón
partido por dos mitos fundacionales nacionales. Se buscan espíritus libres que
tiendan puentes de fraternidad para cambiar Cataluña y el Mundo.
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