Las cartas están repartidas y vistas. La dilación del proceso de consulta en Cataluña no traerá más que mayor inquina y desafección mutua, que harán imposibles la armonía y estabilidad política catalana y española. El destino llama otra vez a la puerta de la historia común, abanderando intereses y oprobios históricos varios. Es el destino marcado desde las coordenadas de la etnicidad, que junto a otros destinos regurgita periódicamente intereses patrios, deslealtades y bilis históricas.
No obstante los que no nos sentimos vinculados ni representados por proclamados destinos históricos, sino que nos enorgullecemos de servir a la única razón de la emancipación humana, no nos podemos sentir nada satisfechos con esta apisonadora del cruel destino, trazado y revivido como perpetuo ritual por los pastores, líderes patrios o profetas apocalípticos de aquí y de allá. Por eso nuestra convicción nos orienta a transcender la cartografía histórica de tropelías y desafueros mutuos.
Vamos yo así me vengo situando siempre, nunca me sentí esencialmente de aquí o de allá, sino que siempre asumí que mi existencia no se vincula más allá del deseo de lealtad, solidaridad y gentil trato con las gentes que nacen o albergan y pasan por un territorio. Soy consciente de haber nacido en un lugar, pero haber elegido otro paisaje geográfico para asentarme, como podría haber elegido otros muchos, pero mi impulso y mis dados cayeron aquí y al menos hasta una próxima apuesta.
Sin embargo en este hilo descriptivo de la ubicuidad y de la razón humana, más allá de vanidades étnicas, hemos de pensar en que el Poder (con mayúsculas) se reviste de sutiles ornamentos para cada circunstancia y momento y en este momento en este lugar del planeta, a menudo inhumano, llamado Cataluña, son los intereses cercanos y los aristos plutócratas lejanos los que condicionan el debate patrio.
Nada nuevo bajo el sol, más allá de lo de siempre, la historia se repite una y otra vez. El enfrentamiento entre pueblos o etnias es el caldo de cultivo del sino como mito del eterno retorno: La supuesta y omnipresente imposibilidad del ser humano de superar las maledicencias del Dios contrariado y furibundo en el Jardín del Paraíso, que predispuso al sometimiento históricamente de los muchos a una casta de monarcas, ricos y sacerdotes, personificaciones terrenales del poder divino. O bien como mito de Babel, en que el Poder somete a la confusión, al éxodo y la diáspora a aquellos que juntos levantaron torres a su altura. Los arcanos vigilan y están siempre presentes y periódica y caprichosamente nos envían a la "diosa Fortuna" con paisajes humanos impresos como si fueran las cartas del destino, cuando el destino es asignado cada día por los poderosos.
No obstante el espíritu humano sigue buscando su paraíso perdido su Babel olvidada. Esa búsqueda es la que ha nutrido siempre las razones y episodios de la disconformidad, de la crítica, de la rebeldía, de la insurrección de los muchos, exigiendo de nuevo su paraíso en este Mundo y organizando la revuelta para recuperar el Edén y Babel, esos paisajes que los poderes nos robaron para prevalecer sobre nosotros adjudicándose ellos el bien y condenando a los muchos a la dispersión y al sufrimiento.
Por eso hemos de recuperar el sentido de unidad de pertenencia forjando los valores que nos catapulten definitivamente a ser especie humana. El Poder, arcano, nos quiere separados para confundirnos y dominarnos mejor. Divide et impera.
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