Fallo de sistema V
Empobrecedores y empobrecidos
Hace tres décadas que las izquierdas gubernamentales abandonaron la
prioridad de la cuestión social, en el marco de la globalización
neoliberal, por la del crecimiento económico a cualquier coste, motivo
por el que las clases populares, empobrecidas, han abandonado a la
izquierda. Desde entonces, la crisis ha jibarizado a amplias capas
medias y se ha disparado la brecha de la desigualdad. La desafección
política consecuente ha cerrado el ciclo, al alimentar el abstencionismo
y derivar parte del voto hacia partidos populistas de extrema derecha.
En este marco, desde ciudades del cambio y en los últimos cuatro años, gestores de excelente intención, aunque localmente ubicados, sobrevaloraban su poder para implementar planes que aumentaran la protección social y disminuyeran la exclusión, llegando incluso a plantearse como objetivo acabar con la pobreza a nivel local.
Gestores y técnicos han promovido sesudos análisis y pormenorizadas cartografías sobre la pobreza en Barcelona, esto para diseñar un buen número de actuaciones coordinadas sobre factores clave: acceso a la vivienda, políticas de subsidios y provisión social, de formación ocupacional, combate contra “las pobrezas” infantil, habitacional, monoparentalidades, energética…etc. Sin embargo han visto cómo el mejor instrumento implementado para combatir la pobreza y la exclusión, la Renta garantizada de ciudadanía - que fue posible gracias a una iniciativa legislativa popular - se estrellaba contra el muro de la gestión y de la voluntad del Govern de la Generalitat. Algunos técnicos incluso han abogado sobre la idoneidad de una Renta básica universal local para acabar con la dependencia y la exclusión social. Están en las mismas, confunden deseo con realidad, alternativa sobre papel con facticidad. Los elementos clave de cualquier política transformadora en nuestra democracia liberal son, el empoderamiento ciudadano y la correlación de fuerzas favorable para implementarla.
Los enciclopedistas, en el S. XVIII, impulsaron la ruptura con el despotismo ilustrado cuya premisa era “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Desde Rousseau es comúnmente aceptado a nivel constitucional el principio de soberanía popular, sin que este sea efectivo en las democracias modernas, atenazadas por la dictadura de los mercados. Las políticas institucionales de izquierda, si lo son, han de transcender la gestión de lo dado desde instituciones vigiladas y descapitalizadas, habrán de plantearse propuestas que, más allá de las políticas de provisión de ayudas, rentas y subsidios, implementen prácticas de concientización, empoderamiento y participación ciudadana, llegando incluso a posibilitar cauces hacia los niveles de decisión. Desde el ejercicio institucional no hay otra forma de contrarrestar el poder que las corporaciones y sus lobbies ejercen sobre las políticas y el ejercicio legislativo.
Pero no es desde las instituciones desde donde germinará el cambio hacia la transformación necesaria. El debate político para promoverlo se está demostrando estéril, lo habrá de liderar la sociedad organizada contando que reunir voluntades no será fácil. El objetivo de la superación de la pobreza, entraña que los empobrecidos se organicen como sujeto, junto a otras fuerzas de cambio, para combatir las políticas que maximizan la desigualdad.
Hemos de tener en cuenta que más allá de pobreza hemos de hablar de empobrecimiento. No son pobres, son empobrecidos. Ninguna persona es pobre por sí misma, es sujeto de un conjunto de atributos que le hacen sujeto de vida, de trabajo, de relación y de intercambios. Es suficiente para no ser pobres en un Mundo igualitario, las malas leyes y prácticas de dominación les han empobrecido al no dejar que establezcan un circuito humano para ganarse el sustento y el aprecio de las sociedades.
La pobreza tiene hoy diversos rostros visibles e invisibles, después de un proceso de desposesión continuo de décadas por parte de los empobrecedores, la élite global. Los empobrecidos forman parte de un abanico de episodios acumulados. el poder corporativo no ha encontrado apenas barreras en su avance y ha dictado a gobiernos y sociedad sus reglas de juego. Movimientos como los chalecos amarillos en Francia en su clamor “Nosotros existimos” son un ejemplo de resistencia a este avance.
La inicial arenga de la internacional es un certero camino: “Arriba parias de la tierra, en pie famélica legión”. Hoy los parias son legión, existen perfiles diversos de empobrecidos: Inmigrantes económicos y refugiados sin recursos, precariado laboral, mujeres y familias monoparentales, jóvenes que no pueden emanciparse, clases medias empobrecidas…etc. Todos habrían de preguntarse con Étienne de La Boétie ¿Por qué los menos se imponen siempre sobre los más, que parecen adoptar una especie de servidumbre voluntaria? Y la respuesta no la hallaremos en la política de partidos, sino en la sociedad.
Los que quieren instaurar políticas para combatir la pobreza desde las instituciones habrán de reflexionar sobre si en un sistema como el actual, infectado por la codicia del capital, se puede combatir el empobrecimiento, que es estructural y que tiene en el enriquecimiento ilimitado de las élites su principal causa. No, si socialmente no se combate el sistema que autoriza el poder despótico de los empobrecedores maximizando la desigualdad. Y habrán de preguntarse sobre qué políticas desarrollar desde las instituciones para concientizar a la ciudadanía y empoderar a los movimientos sociales transformadores.
21/7/2019
En este marco, desde ciudades del cambio y en los últimos cuatro años, gestores de excelente intención, aunque localmente ubicados, sobrevaloraban su poder para implementar planes que aumentaran la protección social y disminuyeran la exclusión, llegando incluso a plantearse como objetivo acabar con la pobreza a nivel local.
Gestores y técnicos han promovido sesudos análisis y pormenorizadas cartografías sobre la pobreza en Barcelona, esto para diseñar un buen número de actuaciones coordinadas sobre factores clave: acceso a la vivienda, políticas de subsidios y provisión social, de formación ocupacional, combate contra “las pobrezas” infantil, habitacional, monoparentalidades, energética…etc. Sin embargo han visto cómo el mejor instrumento implementado para combatir la pobreza y la exclusión, la Renta garantizada de ciudadanía - que fue posible gracias a una iniciativa legislativa popular - se estrellaba contra el muro de la gestión y de la voluntad del Govern de la Generalitat. Algunos técnicos incluso han abogado sobre la idoneidad de una Renta básica universal local para acabar con la dependencia y la exclusión social. Están en las mismas, confunden deseo con realidad, alternativa sobre papel con facticidad. Los elementos clave de cualquier política transformadora en nuestra democracia liberal son, el empoderamiento ciudadano y la correlación de fuerzas favorable para implementarla.
Los enciclopedistas, en el S. XVIII, impulsaron la ruptura con el despotismo ilustrado cuya premisa era “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Desde Rousseau es comúnmente aceptado a nivel constitucional el principio de soberanía popular, sin que este sea efectivo en las democracias modernas, atenazadas por la dictadura de los mercados. Las políticas institucionales de izquierda, si lo son, han de transcender la gestión de lo dado desde instituciones vigiladas y descapitalizadas, habrán de plantearse propuestas que, más allá de las políticas de provisión de ayudas, rentas y subsidios, implementen prácticas de concientización, empoderamiento y participación ciudadana, llegando incluso a posibilitar cauces hacia los niveles de decisión. Desde el ejercicio institucional no hay otra forma de contrarrestar el poder que las corporaciones y sus lobbies ejercen sobre las políticas y el ejercicio legislativo.
Pero no es desde las instituciones desde donde germinará el cambio hacia la transformación necesaria. El debate político para promoverlo se está demostrando estéril, lo habrá de liderar la sociedad organizada contando que reunir voluntades no será fácil. El objetivo de la superación de la pobreza, entraña que los empobrecidos se organicen como sujeto, junto a otras fuerzas de cambio, para combatir las políticas que maximizan la desigualdad.
Hemos de tener en cuenta que más allá de pobreza hemos de hablar de empobrecimiento. No son pobres, son empobrecidos. Ninguna persona es pobre por sí misma, es sujeto de un conjunto de atributos que le hacen sujeto de vida, de trabajo, de relación y de intercambios. Es suficiente para no ser pobres en un Mundo igualitario, las malas leyes y prácticas de dominación les han empobrecido al no dejar que establezcan un circuito humano para ganarse el sustento y el aprecio de las sociedades.
La pobreza tiene hoy diversos rostros visibles e invisibles, después de un proceso de desposesión continuo de décadas por parte de los empobrecedores, la élite global. Los empobrecidos forman parte de un abanico de episodios acumulados. el poder corporativo no ha encontrado apenas barreras en su avance y ha dictado a gobiernos y sociedad sus reglas de juego. Movimientos como los chalecos amarillos en Francia en su clamor “Nosotros existimos” son un ejemplo de resistencia a este avance.
La inicial arenga de la internacional es un certero camino: “Arriba parias de la tierra, en pie famélica legión”. Hoy los parias son legión, existen perfiles diversos de empobrecidos: Inmigrantes económicos y refugiados sin recursos, precariado laboral, mujeres y familias monoparentales, jóvenes que no pueden emanciparse, clases medias empobrecidas…etc. Todos habrían de preguntarse con Étienne de La Boétie ¿Por qué los menos se imponen siempre sobre los más, que parecen adoptar una especie de servidumbre voluntaria? Y la respuesta no la hallaremos en la política de partidos, sino en la sociedad.
Los que quieren instaurar políticas para combatir la pobreza desde las instituciones habrán de reflexionar sobre si en un sistema como el actual, infectado por la codicia del capital, se puede combatir el empobrecimiento, que es estructural y que tiene en el enriquecimiento ilimitado de las élites su principal causa. No, si socialmente no se combate el sistema que autoriza el poder despótico de los empobrecedores maximizando la desigualdad. Y habrán de preguntarse sobre qué políticas desarrollar desde las instituciones para concientizar a la ciudadanía y empoderar a los movimientos sociales transformadores.
21/7/2019
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