Hablar de
República hoy es, para muchos, cambiar la monarquía parlamentaria por un
gobierno presidido por un ciudadano o ciudadana electos, que ostentaría la
presidencia de la República. Si bien, en puridad formal, hoy se llama
repúblicas a los regímenes no monárquicos y formalmente democráticos, que así se
denominan constitucionalmente. Hemos de recordar que, para que un país merezca
ser llamado republicano, hace falta que su elenco cultural y político sufra a
menudo una profunda transformación que le aproxime en cuanto a sus finalidades
reales al bien común de todos, ciudadanos y ciudadanas.
Si nos
sumergimos en la historia de la tradición republicana, tradición que ha dado
lugar a la ideología política del republicanismo, nos hemos de remontar
necesariamente a Platón, que aun no siendo proclive al gobierno de los más
(entonces del partido de los pobres) ni de la democracia como sistema, sí que
ha dejado una profunda huella en el pensamiento republicano y en algunos
valores que a partir de la modernidad han asumido como modelos algunas
repúblicas democráticas. Platón incorpora al pensamiento político griego y
europeo posteriormente, el valor político fundamental de la “areté”, la virtud
en la “civis”. Platón exije del gobernante sabiduría para entender la sociedad
y para articular sus formas de gobierno, pero también virtud para ser ecuánime
en el trato político, justo en las decisiones y normas de gobierno y honesto en
su desempeño. Independientemente de que combata el sistema democrático de la
Grecia de Pericles, Platón incorpora un hito, la virtud, a la vida política. Y
este hito ya será un imponderable de la democracia moderna.
Es aquí donde
hemos de preguntarnos por el valor del actual Procés hacia la República
Catalana y de la virtud del bloque mayoritario que lo nutre y sus liderajes.
Hemos visto, en la lista de Junts pel Sí, una intención de los ya “antiguos”
líderes catalanes, que pretenden legitimarse mediante el liderazgo de este
proceso ante el pueblo de Cataluña. Un pueblo que, según se entiende, libre de
ninguna presión o engaño, de forma consciente y crítica proclamará ante las urnas
a los governantes mejores para conducir el Proceso catalán hacia la independencia.
En esta lista que parte en principio como una lista de la sociedad civil, se
esconden en cuarto y quinto lugar los dos grandes jefes de la tribu catalana
hoy, Artur Mas y Oriol Junqueras. Siendo que a Artur Mas, todos los pronósticos
le dan como posible Presidente de Generalitat y que haría la transición a la
proclamación de la República catalana.
¿Alguien
piensa, al votar la lista de Junts pel Sí, o al apuntarse de promotor o compañero
de viaje del actual Presidente de la Generalitat - que es adalid del partido
político que tiene sedes embargadas, el deber de explicar el 3%, y que ha
canalizado el principal descontento social en Cataluña desde la caída de la
dictadura – que será el que llevará a cabo la transición hacia la República
Catalana? ¿podrán los votantes y los compañeros de viaje hacia la República
asumir que no votan virtud ni bien común, sino que simplemente sustituirán un
monarca por un “capo” del terruño?
Otro de los
puntos fuertes de la República ha sido tradicionalmente el de la estabilidad de
la polis. Los valores de cohesión social y de estabilidad política y económica
marcan necesariamente la acción republicana. Y aquí es donde hemos de
preguntarnos sobre varios puntos necesariamente:
¿Procura el
actual proceso a la independència en Cataluña mayor cohesión social en España
que la que había hasta ahora? ¿depende de los escenarios?
¿El proceso
catalán hacia la independencia posibilitará una estabilidad política nacional
catalana e internacional el día de después y fechas siguientes?
¿El proceso
catalán proporcionará mayor solvencia y estabilidad económica en Cataluña?
Lo que sí va a
proporcionar es una sociedad culturalmente más homogénea ¡qué duda cabe! Aunque
no sé si eso puede convertir Cataluña en menos pluralista y cosmopolita,
estaría por ver…
Dejo estos
interrogantes para que cada cual los aborde y se los responda. La estabilidad y
la cohesión social son importantes ejes de cualquier comunidad política.
No pretendo
centrar el debate en la legalidad y legitimidad sobre quién debe tomar
decisiones en política y en este caso en el tema de la soberanía, si ha de ser
la constitución con que nos hemos dotado todos
los españoles o la legitimidad democrática de la mayoría del pueblo
catalán. En lo que sí voy a incidir aquí es en cómo se encara el proceso de
desencuentro de Cataluña hacia España, sitas hoy en una misma comunidad
política. Y en esto Kant, la Ilustración y el posterior republicanismo kantiano
si nos dan pistas, que son las mismas pistas que siguen para abordar conflictos
todos los mediadores nacionales o internacionales, la vía del dialogo.
Siempre ante
cualquier conflicto que entraña el malestar de las partes, se ha de intentar una
vía de dialogo antes de que se enquiste. Hay que tratar a nivel internacional,
que parece es lo que se trata, de encontrar una solución negociada, antes que
por supuesto cualquier declaración unilateral de independencia. Es cierto que
el actual gobierno de España no lo pone tampoco fácil, pero en todo caso una
decisión de esta trascendencia no debería ser tomada de forma atropellada. Y es
muy posible que el panorama político en el Estado Español cambie en breve y
pueda llevarse a cabo un proceso negociador y encontrar una solución que no
suponga necesariamente el conflicto, sea la que sea.
Lo que muchos
criticamos del proceso actual catalán es que:
1º.- Es un
proceso de “boxeo” y sin ningún diálogo y en eso tienen exactamente la misma
responsabilidad el gobierno de España, como el Gobierno de Cataluña, como las
asociaciones de la sociedad civil y los medios de España y de Cataluña.
2º.- Es un
proceso que está adquiriendo paulatinamente tintes de más nacionalista y
banderil, en el que predomina el interés de la nación por encima de cualquier
otro, incluso de la justicia ( corrupción intocable) y esto en los dos “bandos”
con lo que los valores de ciudadanía crítica se evaporan ante el fuego de las
pasiones comunitarias.
3º.- Es un
proceso donde prima la propaganda por “ambos bandos”.
4º.- Es un
proceso donde parte de la izquierda ha priorizado el objetivo nacional sobre
cualquier otro en este momento (por los hechos de cada cual, está claro).
5º.- Si no se
cambia la orientación del proceso, lo cual quiere decir que han de cambiar los
dos malos gobiernos (de España y de Cataluña) que solo persiguen su permanencia
y poder oligárquico, si no cambian estos dos gobiernos no habrá diálogo. Cada
uno buscará réditos propios en este conflicto y la irracionalidad y pasiones no
filtradas por la razón harán ( como en todo divorcio civil judicializado,
conflictivo y con rancunias e incomprensiones mútuas) que las criaturas
ciudadanas y personitas sean víctimas de este divorcio no dialogado, como en
las peores familias. Solo queda una opción, que cambien los gobiernos en los
dos sitios ( en uno solo no vale), que entren gobiernos limpios de suciedades
varias y de peajes patrios y que se comience un diálogo sobre la relacción
mutua con todas consecuencias, sometiendo, solo después del diálogo con juego
limpio por ambas partes, las posiciones de salida a referendum.
Desde la
política y la ciudadanía crítica hemos de buscar soluciones para los dos
pueblos, no “declaraciones de guerra mutuas” de los mandamases. Detrás hay
personas oprimidas y ninguneadas a cada orilla del Ebro. Hay quienes desde la
sociedad civil proclamamos y pedimos hace tiempo diálogo, hay otros que piden
ruptura ¡ya!, en las condiciones que sean. La diferencia entre una postura y
otra es muy sencilla, si predomina la segunda predominará el sentimiento propio
de unos frente al sentimiento propio ajeno, habrá enfrentamiento de dos
sentimientos lícitos, pero no filtrados por la razón y reforzados por los
poderes que ven en el conflicto una oportunidad de permanencia, de despistar
con este conflicto de sus responsabilidades patrias y de catapulta
electoralista en vísperas de los comicios.
Si viviera
Hanna Arent tendría en el Proceso catalán un reto muy importante y sería
enseñar a esos que hoy se proclaman abanderados de la República catalana, qué
quiere decir en realidad eso de pensamiento republicano, del que seguramente se
han olvidado, si es que alguna vez lo han conocido. Comunitarismo rancio,
ineficaz, elitista, asfixiante y cerrado, tanto en España como en Cataluña, eso
es lo que nos espera a esta marcha. ¡Y las izquierdas siguen sin enterarse de
nada!
No pretendo
cargarme la política en Cataluña, solo pretendo darle el giro necesario a los
tiempos en aras de conseguir una mayor aproximación a la búsqueda del bien
común y para ello propongo ensanchar la visión política en estos tiempos de
crisis en España y en Cataluña, dirigir la mirada y la acción también hacia
donde hoy se desarrollan las macropolíticas que nos afectan, hacia Europa y la
comunidad internacional. Esta posición es muy opuesta a la que tiende a obviar
la política internacional y a fragmentar la realidad política y retrotraerse,
preferente y a veces exclusivamente, en los colectivos que pensamos
controlamos, en los del nosotros étnico, pero que no tienen la posibilidad de
efectuar unilateralmente el autogobierno
que desean, la comunidad política ha de establecer a nivel internacional
diversos tipos de gobernanza y las escalas y la subsidiariedad en las
decisiones son principios más que deseables políticamente. Por ello hemos de
promover ciudadania crítica europea contra el actual establishment
oligárquico-corporativo.
Antonio Fuertes Esteban
Barcelona 12 de septiembre de 2015
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