viernes, 7 de agosto de 2015

Aprendamos de la historia. Que nos guíe, pero no nos ciegue.




Hace mucho que, con la llamada post-modernidad, se habla del fin de las ideologías, del final discursivo, de la imposibilidad de encontrar un proyecto emancipador, lo cierto es que la modernidad como proyecto de los países soberanos sucumbió con su pérdida de soberanía.

A muchos nos une el ser metecos, itinerantes, haber salido de nuestro vientre lugareño en pos de cultura, trabajo, futuro o simplemente aventuras. Muchos otros tienen peor suerte y buscan un refugio fuera de las pandemias, de las guerras y la falta de formas de subsistencia, del hambre.

En los años 40 a 70 Cataluña fué un lugar donde huir del mísero horizonte del hambre en el sur de España. Los planes de estabilización y desarrollo creados por los entonces más aperturistas del sistema nacional católico+falangista, precisamente los tecnócratas del Opus Dei, encontraron en el carácter emprendedor catalán y en su incipiente industria un lugar donde invertir en infraestructuras y fomentar la industria patria, igual que lo hicieron con el País Vasco y Madrid. Fueron los tres polos de desarrollo del régimen.

Muchos del sur, Aragón o Galicia, cogieron el tren con su familia y bajo riesgo de ser devueltos a los lugares de origen por la guardia civil en la Estación de Francia (los mas débiles no interesaban) se aventuraron entonces al gran éxodo y se instalaron en chabolas y chamizos que ellos mismo se fabricaban con materiales de desecho en lo que ahora son los barrios periféricos de la ciudad y metrópoli de Barcelona. Hacían jornadas de trabajo inacabables y de su esfuerzo y la economía doméstica pudieron, al cabo de años, comprarse o alquilar un piso familiar. Se han hecho múltiples relatos de las gestas de estas familias y de las adversas circunstancias de su asentamiento que superaron a base de trabajo y pundonor.

La mayoría, llegada la transición hicieron definitivamente de esta tierra catalana su lugar en su mundo y se adaptaron, algunos a duras penas, a las políticas de inmersión cultural. Si bien una mayoría en casa y sus hijos en el patio de las escuelas seguían hablando en la lengua materna como es de bien nacidos. A algunos nativos les hubiera gustado que estos metecos o charnegos hubieran dejado en casa su cultura y aquí se hubieran asimilado culturalmente sin más. No pocos prohombres de CiU y de ERC advirtieron de los riesgos para los catalanes y su sacrosanta cultura, de atraer demasiados metecos. Y verdaderamente el tema no era para menos, pues luego vinieron latinos, marroquies, surafricanos, caribenos, chinos, rumanos,... y la gran metrópoli se convirtió en una gran arca llena de especies donde los catalanes de 8 apellidos vieron peligrar su reino en este Mundo, entre otras las poderosas 400 familias, repartidas y con ramificaciones en todas las formaciones políticas catalanas, más en las nacionalistas.

La realidad es que, contrariamente a lo que algunos piensan ahora, no ha sido internet quien ha creado el cosmopolitismo en Cataluña, sino la inmigración, el comercio, la producción y el trabajo. A algunos les gustaría también que parte del "cosmopolitismo" fuera la conquista dels Països Catalans, pero me temo que es un sueño del que no participan otros de los llamados països.

Ahora en Cataluña, empadronados, hay entre un 60 y un 65 % de metecos o charnegos, que hacían de Cataluña un territorio mestizo y bendito hasta que llegó la crisis acompañada del maldito PP y se removieron los cimientos étnicos en este territorio que amo porque es donde han nacido mis hijos, un territorio cosmopolita y que puede ser mestizo, un sueño de los "sinrazas" de los "sincredos nacionales" y eso se sabe y se sabe que mayoritariamente el conflicto con el Estado español no ha sido óbice para que durante 34 años de post-transición Cataluña haya sido el "Oasis Catalán", si no que se lo pregunten al "muy Honorable" y sus arreglos con el centralismo. Cataluña iba bien y "pillaba" con la bisagra pujoliana, ora a diestra, ora a siniestra, más que nadie.

Ahora las cosas cambian, la pugna ante la crisis por el trabajo escaso, los servicios, etc., se puede convertir en sumidero de bilis xenófobas. De ser territorio de acogida, puede pasar a serlo, como ya lo es, de expulsión y xenofobia rampante, tanto de orientación catalanista, como españolista. No desperteis a la bicha, no os querais imponer unos sobre otros. Se sabe perfectamente que una mayoría de catalanes (que viven y trabajan en Cataluña) no quieren la independencia, los sondeos del Instituto de opinión de la Generalitat lo han dejado muy patente en las dos últimas ocasiones -Y eso que son de la Gene.

No, los discursos nacionales no son actualmente un camino de modernidad. Hay muchos que creen que la modernidad no ha acabado, que aún hay discursos y los hechos les dan cotidianamente la razón, pero los Estados son categorías zombies y la modernidad caída solo puede ser refundada de forma universalista, trascendiendo y diluyendo fronteras físicas y psíquicas, las más importantes son las que ponemos o quitamos en nuestros corazones.

Los riesgos hoy son mayormente globales y como tales han de ser abordados. Sin embargo Europa está demostrando que muchos de estos riesgos no se enfrentan colectivamente, sino que se trasladan a los más débiles. Y en eso puede ser que una Cataluña independiente pueda "soltar lastre" y adquirir un lugar entre la media docena de territorios solventes Europeos. Siempre me pregunto el porqué y encuentro actores secesionistas para todos los gustos: Unos por simple interés económico u otras formas de cálculo instrumental, otros por la herida abierta por el nacionalismo español, otros de vuelos Romanticos. Si lo que prima en el secesionismo es el romanticismo habré de decirles que el discurso nacional romántico no es ya de este Mundo globalizado, o si lo es es un peligro en ciernes para otros. Aún habría más, los que más allá de cálculos y romanticismos o de hartos del Estado, lo que desean es tener más competencias y nivel de autogobierno para poder afirmar su patrimonio diferencial, en este punto todos podemos comprender que hace falta un cambio profundo a nivel constitucional del Estado y por supuesto hacia la federación territorial.

Cuando los tiempos despiertan las pasiones, más si son nacionales, hemos de tener un espejo retrovisor conectado con la razón, no sea que la realidad nos arrolle. Y creo que podemos colegir en Cataluña que a pesar de los intentos del PP, la lengua y la cultura catalana están más que asentadas y solo una dictadura como la franquista las podría atacar, no nos engañemos. Y de los cerca de 8 millones catalanes casi todos defenderemos la cultura y el idioma catalán. Aunque también un porcentaje ámpliamente mayoritario pedimos conservar nuestros orígenes españoles en Cataluña, comenzando por un idioma que hablan 600 millones de personas en el mundo, lo cual también es un gran patrimonio de la cultura catalana, no lo despreciemos. Hemos de contar con lo que hay, que nos hace diferentes, más ricos culturalmente y más universalistas.

En este punto de la transcendente historia de relacción y confrontación entre Cataluña y España, solo pido que podamos filtrar nuestros sentimientos por el cedazo de una racionalidad situada en el contexto actual y no histórica solamente. Me pregunto si no, si será posible que en Europa los diversos pueblos se entiendan y solidarizen, después de que diversos imperios arrasaron y ocuparon a fuego y sangre territorios por doquier, y todos hemos sido hostigadores y zaheridos sin excepción, antes o después. Francos, Prusianos, Ingleses, Españoles, o Catalanes y Aragoneses antes en el Mediterráneo.

La historia sangrienta ha de servir para no repetirla, por eso la idea de Europa surgió como territorio común de los pueblos enfrentados, como federación y solidaridad, aunque después los gobiernos hayan traicionado a la ciudadanía al escuchar los cantos de sirena del capital. Solo veo posible una España y una Europa de solidaridad y progreso, que sea democrática, social y ambiental , pero para ello se necesita un proceso de federación progresivo y convergente.

Antonio Fuertes Esteban
7 de agosto de 2015

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