Marcelo Justo
BBC Mundo
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En el mundo hay crisis visibles e invisibles.
La crisis financiera está en los radares de los medios y en la atención permanente de los gobiernos.
La de la pobreza o el desempleo sólo aparece en las páginas de temas sociales.
En algunos casos la visibilidad de una noticia - paraísos fiscales o activos tóxicos - esconde una esencial invisibilidad con una técnica similar a la que usó Edgar Allan Poe en su célebre cuento "La carta robada": la mejor manera de esconder una carta comprometedora es dejarla a la vista.
BBC mundo identificó cinco crisis que están y no se ven.
1. Invisibilidad del desempleo
La OIT calcula que 50 millones de personas se agregarán a las filas de desocupados en 2009:el número total será entre 210 millones y 239 millones.
La crisis es planetaria. La máxima potencia, Estados Unidos, tendrá unos 14 millones de personas de desempleados (10% de la poblacion económicamente activa). En América Latina habrá entre tres y cuatro millones de nuevos desempleados. En Asia el desempleo regional podría rozar el 6%.
A lo que hay que agregar el galopante crecimiento del subempleo, como indicó a BBC mundo el director del Instituto de Estudios Laborales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) Raymond Torres.
"En muchos países ha aumentado el número de gente que está trabajando a tiempo parcial aunque quisiera trabajar a tiempo completo. En muchos casos se ha llegado a acuerdos para reducir el número de horas de trabajo a cambio de conservar el puesto laboral", indicó Torres a BBC Mundo.
A pesar de esto, la crisis laboral ha quedado relegada a un segundo plano en la agenda mediática.
Más grave aún, en la agenda gubernamental, está muy por detrás de la salud del sector financiero.
Unos 32 países anunciaron medidas de estímulo fiscal por unos dos millones de millones de dólares destinados a reactivar la economía e impedir un agravamiento de la situación.
Esto es la mitad de lo que se ha gastado en el sector financiero.
La ayuda directa al empleo es ínfima en comparación, aunque en el mundo desarrollado, hay que tomar en cuenta el seguro social que cubre a los desempleados.
2. Invisibilidad de la pobreza
El desempleo está disparando otro silencioso escándalo: la pobreza mundial.
Según la OIT a fin de año habrá unos 1.422 millones de pobres - casi una cuarta parte de la población mundial.
El empleo no será una garantía de nada. Más de 200 millones de nuevos pobres que ha traído la actual crisis tienen empleo, pero ganan menos de dos dólares diarios.
"El modelo de crecimiento económico que hemos tenido no ayuda a revertir esta situación. La informalidad, por ejemplo, no sirve para la reducción de la pobreza", indicó Torres a BBC Mundo.
Esta informalidad forma parte de la desregulación económico-laboral de las últimas décadas.
La contrapartida de este modelo económico-social ha sido el crecimiento de la desigualdad y la caída del salario real.
En Estados Unidos el salario real promedio está hoy por debajo del que existía en 1979: el de los más pobres es un 20% menor.
En este mismo período la deuda individual estadounidense pasó de 46 al 98% del PIB.
La conclusión salta a la vista. El crédito fácil fue la manera de sustituir la caída del salario real y sostener el consumo, verdadero motor del crecimiento económico estadounidense.
A nivel global este modelo de crecimiento generó un consumidor y deudor mundial (Estados Unidos) y un nuevo acreedor y exportador de productos baratos (China)
Segunda conclusión, entonces. Lejos de pertenecer a la sección de temas "sociales", la pobreza es clave en la actual crisis económica.
3. Invisibilidad del hambre
Las cifras de la FAO son alarmantes. Según la organización 1.020 millones de personas sufrirán hambre diariamente a consecuencia de la crisis económica: una sexta parte de la población mundial.
El presidente del Banco Mundial Robert Zoellick calcula de otra manera el impacto de la actual crisis: este año van a morir 400 mil niños más de los que ya mueren por pobreza extrema o indigencia.
Pero lo cierto es que desde la caída del muro de Berlín y el llamado fin de las ideologías, el hambre, la pobreza y el desempleo se han naturalizado: forman parte "inevitable" del paisaje social.
A nadie escandaliza que esto suceda al mismo tiempo que el desarrollo tecnológico permite viajar a otros planetas o sumergirnos en el ciberespacio.
La economía no sale indemne de esta crisis "social".
Un elemento central de la actual debacle es la caída de la demanda mundial, es decir, del consumo.
Pero lo que faltan no son consumidores.
Estos 1.020 millones de personas saltarían de alegría si pudieran incorporarse plenamente al circuito de los incluidos.
En este caso, la economía mundial tendría un problema distinto: potenciar la producción (y el empleo) para satisfacer la demanda.
4. Invisibilidad de los activos tóxicos
Nadie sabe a ciencia cierta cuántos activos tóxicos hay en el sistema bancario.
El Fondo Monetario Internacional ha ido cambiando su evaluación de estas deudas incobrables que tienen los bancos escondidas en la complejísima ingeniería financiera que se montó a partir de la desregulación de los 80.
En su ultima evaluación, el FMI hablaba de 4 millones de millones de dólares, pero otras fuentes han llegado a sumar 16 millones de millones y, en realidad, nadie sabe a ciencia cierta. Esta aparente ignorancia es un escándalo en sí misma.
¿Cómo explicar que a dos años de comenzada la crisis las instituciones financieras todavía no sepan o no digan o no puedan dar a conocer cuánta deuda acumulan y hasta dónde están expuestos?
Desde los registros contables más rudimentarios en los albores de la civilización hasta el desarrollo de la contabilidad moderna durante el renacimiento, se supone que cualquier empresa conoce qué tiene y qué debe: el famoso debe y haber de la escuela secundaria.
Las declaraciones del G-20 en favor de una regulación y supervisión del sistema financiero global se contradicen con la política de rescates bancarios efectuadas sin alterar el funcionamiento de las entidades en paraísos fiscales
¿Qué ha pasado con estos balances contables de las instituciones financieras? ¿Existen, desaparecieron, son fraudulentos, generarían pánico revelarlos o nadie tiene la menor idea porque hemos vivido en el peor de los caos financieros? De eso no se habla.
5. Invisibilidad de los paraísos fiscales
Esta opacidad es una red de filiales, sucursales y compañías fantasmas que operan bajo la regulación laxa o nula de esas jurisdicciones.
Los especialistas calculan que los paraísos fiscales mueven unos US$11 millones de millones, equivalente al PIB de Estados Unidos.
El derrumbe de los bancos en los últimos dos años está vinculado a la existencia de los paraísos fiscales.
La caída del Bear Stearns se produjo meses después del hundimiento de dos de sus fondos de alto riesgo (hedge funds) registrados en un buzón de correos en las Islas Caimán.
La mecánica era clásica. Estos fondos de alto riesgo recibían préstamos apalancados (con un endeudamiento muy superior a su capital) para que especularan con títulos y valores vinculados a las hipotecas sub-prime.
Aunque existían gracias al respaldo de la casa matriz, los fondos que movían no figuraban en los balances contables del Bear Stearns porque "pertenecían" a las compañías en los paraísos fiscales.
Usted dirá que el tema dista de ser invisible, ¿acaso no fue uno de los más importantes de la cumbre del G20 en abril?
En el comunicado final de la cumbre se afirmó que "la época del secreto bancario ha terminado".
El mensaje era que, de ahora en adelante, la transparencia sería la norma.
Según Juan Hernández Vigueras, autor de "Al rescate de los paraísos fiscales", la cumbre del G20 fue una cortina de humo.
"Las declaraciones del G-20 en favor de una regulación y supervisión del sistema financiero global se contradicen con la política de rescates bancarios efectuadas sin alterar el funcionamiento de las entidades en paraísos fiscales", indicó a BBC Mundo.
A falta de una nueva regulación financiera internacional, los bancos pueden hacer - quizá están haciendo - las mismas operaciones que llevaron a la peor crisis económica desde el crack del 29.
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