Antonio Fuertes Esteban. ATTAC ACORDEM
Un sistema educativo democrático, que se precie, necesariamente ha de establecer un marco legislativo adecuado y posibilitar los recursos y las condiciones ambientales para que todas las personas, sin excepción, puedan adquirir los conocimientos, capacidades y habilidades necesarias para poder articular un proyecto de vida, o bien reconstruir nuevos proyectos en cualquier momento de su desarrollo vital.
Uno de los desarrollos del poder en la modernidad incipiente (finales del S. XVIII y principios del XIX) estuvo marcado por la construcción del conocimiento y el acceso al mismo. Otro por favorecer las condiciones que hicieran posible el desarrollo de las identidades nacionales en las naciones- estado. Fue el liberalismo político, desde el poder, quien lideró ambos desarrollos. La democracia se va conformando como un nuevo orden liberal que instituye nuevos mecanismos de control y dominación. La función de la educación se erige como central entre los instrumentos de reproducción social. Necesariamente en la educación residía la clave para el control del conocimiento y para el desarrollo del proyecto identitario y de solidaridad nacional al que apelar en los momentos precisos y en función de los intereses de las elites.
El “sueño de la ilustración”, se vincula al predominio de la razón y al progreso. Pero es a este sueño de la razón al que Goya, y en cierta medida Niestzche, se refieren como “creador de monstruos” y esto sucede en la medida en que se consolida y hace hegemónico, en el seno de la Ilustración, el proyecto liberal: En su vertiente económica del mercado libre que se autorregula y en su vertiente político-filosófica como el legítimo derecho de los individuos “más aptos” para hacer prevalecer sus intereses, bajo el dominio del mérito, la selección natural y la lucha por la vida que caracteriza al darwinismo social. Atrás quedaban relegados al olvido discursos que contribuyeron a “las luces” como el criticismo Kantiano, la crítica al dominio absoluto de la razón instrumental, el “no todo vale” en lo que respecta al progreso. No eran justificables desde la ética Kantiana ni el dominio absoluto de la razón instrumental, ni el progreso por sí mismo y como único fin y en contra muchas veces del interés humano.
Los ilustrados liberales idearon unas ciencias sociales a su imagen y semejanza. El saber científico quedaría establecido por la ciencia positiva como verdad objetiva y desde este nuevo paradigma se leen a su vez los discursos sociales. A partir de August Compte se establecen las bases por donde, en lo sucesivo, habrían de discurrir las ciencias sociales, y entre ellas las ciencias de la educación. Es Compte el primero que extiende el método positivo a lo social. Este interés en Compte y en sus continuadores, ha sido causante de que durante mucho tiempo y hasta nuestros días algunas políticas sociales, y entre ellas algunas educativas, hayan reducido a la persona a la categoría de objeto, cosificandolo y sentando las bases bien del proteccionismo paternalista, bien de la culpabilización de este sujeto. Del determinismo divino o destino, se pasa al determinismo humano, la persona no sería la medida de todas las cosas, sino que será la ciencia la que hará de las personas el objeto de su análisis. También en las llamadas ciencias de la educación sucede lo mismo, la persona no es sujeto de la educación sino objeto de ella, un recipiente de asimilación. Esta perspectiva impediría realizar el principal fin de una educación de carácter democrático, que sería la socialización crítica del sujeto; la educación de un sujeto autónomo ante la educación y ante su propia vida, con derechos y responsable de sus actos, sujeto de derechos y deberes sociales. Con el positivismo en educación los seres humanos estarán en disposición para ser barajados, clasificados, normativizados, adoctrinados o adiestrados, como objetos de la ciencia positiva. El interés en Compte era la predicción y el empleo de la ciencia para el control de la naturaleza, incluida la humana. El círculo lo cierra el concepto de “utilidad” (introducido por utilitaristas), que justificaría el mayor bien para el mayor número, la eficacia social había de someterse así a la satisfacción de las mayorías que cuentan, en las democracias actuales los que cuentan en el mercado del voto y del trabajo. A la clasificación y selección se añadiría la segregación del “material” (humano) considerado no útil en un momento determinado.
Hoy, en la denominada por Manuel Castells “Sociedad de la información” y ante el nuevo paradigma globalizador, el sistema educativo formal ha dejado de significar el principal sistema generador del conocimiento y conformador de las adscripciones e identidades nacionales. Es este profundo cambio de contexto histórico, en el que se desarrolla el conocimiento, uno de los factores que han originado lo que desde medianos de los 70 se viene denominando “crisis de la educación”, (Junto a este se pueden citar la revolución en las telecomunicaciones y el desarrollo de internet, los cambios efectuados en la familia y en sus roles tradicionales, la creciente importancia de la llamada educación no formal e informal y la preocupante falta de vínculo entre el desarrollo de una determinada formación académica y la consiguiente promoción laboral, entre otros), y que al mismo tiempo ha propiciado que se hable, cada vez más de sociedad educadora.
Es importante, para poder ejercer una visión crítica de la educación actual, conocer cuáles son los mecanismos por los que ésta sirve, bien a la democratización social orientada al cambio, o bien a la reproducción del sistema social. Sutiles mecanismos de reproducción social se ofrecen a menudo bajo discursos que pretenden promover una pretendida “igualdad de oportunidades” que en teoría, y bajo el valor del mérito, posibilitaría las condiciones necesarias para una pseudo- democratización del sistema. Esta fue la principal baza de la democracia liberal para justificarse socialmente, apelando a la capacidad de las clases populares de promocionarse en el escalafón social, lo que se ha llamado movilidad social ascendente. Desde la perspectiva de la filosofía política (Althusser), de la sociología (Bordieu, Bodelot, Establet), o de la semiología (Berstein) diversos autores probaron en los años 70 y 80 la falsedad de este enunciado: En realidad a través de la educación, las clases, fundamentalmente, se perpetuaban a sí mismas.
En la actualidad existen interesantes corrientes de pensamiento crítico, dentro del campo de la educación, que tratan de ofrecer alternativas a la educación reproductora, especialmente en lo que respecta al tratamiento educativo actual de las diferencias de tipo cultural y a la marginalización de las diferencias socialmente no bien toleradas. Desde una perspectiva que persigue crear las condiciones necesarias para que se dilaten los márgenes de admisión social de la diferencia cultural, a través del conocimiento del “otro”, Henry A. Giroux habla de la necesidad de reconsiderar las relaciones de dominación entre el centro y los márgenes. Para ello desde la educación cabría defender una auténtica igualdad de oportunidades, reinterpretando las formas en que el conocimiento puede ser reorganizado para facilitar la reescritura de los límites. No podemos olvidar la llamada ya Pedagogía de la Liberación, especialmente en lo que tiene que ver con la educación de adultos y con las "comunidades de aprendizaje", cuyo máximo representante e impulsor ha sido Paulo Freire.
En una educación de carácter democrático, por medio de las leyes, recursos e itinerarios educativos, habrían de crearse las condiciones necesarias para una mayor igualdad atendiendo la diversidad, ya que lo que hace a las sociedades democráticas es aquello que contribuye a hacer a las personas más iguales y reconocidas socialmente. Sin embargo los sistemas educativos, en mayor o en menor medida siguen sirviendo al mantenimiento de una sociedad jerarquizada y estratificada y en ocasiones sirven para segregar, estigmatizar o excluir a determinadas personas o grupos sociales. Pero los “restos” que el sistema genera producen marginación, exclusión y conflicto social, ante dichos conflictos el poder no responde con más y mejor educación, ni en general con políticas que den pie a mayores oportunidades sociales, sino que desde la óptica de la culpabilización del sujeto, se responde con más control y/o represión.
Ante la dificultad, expresada por determinados líderes de elites culturales identitarias, para que puedan convivir “bajo el mismo techo” diversos mundos; hemos de reivindicar una vez más una educación que eduque a y para una ciudadanía cosmopolita. Este tipo de educación, no debería servir para conformar identidades definidas y permanentes, sino para posibilitar procesos de relación e identificación que facilitaran a todas las personas el vínculo social necesario para sentirse miembros, de pleno derecho, de una comunidad abierta y acogedora. Una educación democrática ha de proporcionar al sujeto el aprendizaje del conjunto de saberes y formas de interpretación de la realidad que coexisten en la sociedad. En ese sentido educar no debe constituir la base de inoculación cultural o adoctrinamiento de una cultura dominante. La educación ha de contemplar dos supuestos básicos: La universalidad, y ello entraña la comprensión de la diferencia cultural, y por otra la configuración particular de lo social, las representaciones culturales plurales propias del contexto donde la persona desarrolla su socialización, que proporcionan al sujeto el anclaje en su mundo y que alimentan su particular forma de humanidad. También ha de proporcionar a los sujetos de la educación el necesario espíritu crítico para el progreso y perfeccionamiento de lo social, para posibilitar el cambio y romper así el círculo mágico de reproducción de “lo dado”.
El educativo no es un sistema aislado al que venerar o culpabilizar. La educación se desarrolla en el conjunto de la sociedad y el fracaso de la educación es el fracaso de la sociedad y de su escasa cultura democrática. Es por ello, que es apremiante para una sociedad educadora, que se implique activamente y se comprometa con la educación de las futuras generaciones. Para ello la ciudadanía habría de responsabilizarse, en principio exigiendo a los poderes públicos una educación pública de calidad, plural, laica y abierta a lo diverso. Capaz de promover valores democráticos, de compensar las desigualdades y de aumentar las oportunidades para todas las personas sin excepción. Este es el primer reto si no queremos quedar a merced de los adoctrinadores y del mercado. La educación privada realmente existente hoy día, que en su mayoría es religiosa, selecciona y educa en función de una ideología instituida y de las diferencias de estatus y de riqueza- hay una educación para ricos y una educación para pobres-, con lo cual no puede servir a la causa democrática.
A quien no haya tenido oportunidad de ver la película “Hoy comienza todo” de Bertrand Tavernier, le recomiendo la vea en cuanto pueda. La acción transcurre en una escuela infantil francesa y en ella se van desgranando los peores perfiles del sistema neoliberal, en cuanto a los procesos de segregación, marginación, culpabilización exclusión y conflicto social. Perfiles en los que sólo el compromiso con la escuela y la comunidad de un director de escuela, los maestros y maestras, una puericultora y una artista, logran dibujar una ventana de esperanza. Sólo a través del cariño, hacia los niños y niñas, del conocimiento de la realidad y del compromiso, surge la esperanza, el día en que todo puede volver a empezar. En una fusión de la creación artística y el compromiso con los mejores sueños de una comunidad. Preciosa, colosal, inabarcable en toda su humanidad.
Y es en la película donde a un inspector se le escapa aquello de la curva de Gauss. Los científicos sabrán a qué me refiero y tiene que ver con el estado de naturaleza o con la selección natural, cuantos quebraderos de cabeza nos ha dado a tantos y tantos estudiantes. Yo tuve un profesor de biología que estaba empeñado en demostrarnos, que el universo se rige por la curva de Gauss. Todo en la naturaleza es aleatorio y estadísticamente se distribuiría según una curva normal, él empleaba cultivos microscópicos, que según él se ordenaban y disponían normalmente. Lo que constituiría la norma, lo que se espera de las cosas se situaría en el centro de la curva, lo que no se comprende muy bien, se situaría al margen, hacia los extremos, aislado. Yo no comprendía nada, pero como nos caíamos bien, me aprobó. Cuando más tarde estudié pedagogía me di cuenta de que toda la vida me habían estado tratando como un ser aleatorio en movimiento y ora bien me situaban unas veces en el centro, ora bien otras veces al margen, fuera de la norma, del canon de lo que se espera de uno. Muchos profesores distribuían las notas según la norma de la clase ¿Qué quiere decir esto? Pues que hacían la media aritmética de las notas de todos los alumnos y a los que tenían la nota que se correspondía con esta media los situaban en el centro de la curva, eran los alumnos normales, los demás se alejaban o acercaban de esta norma en función de su nota, pretendido reflejo de las capacidades, motivación y conducta de los alumnos. Eso sí, de ningún modo medía esta nota la adecuación y actualidad de los planes de estudios, ni la formación del profesorado, la actitud, el compromiso y las metodologías empleadas, ni mucho menos las dificultades de origen sociocultural en los alumnos. Las políticas normativas basadas en la eficacia y eficiencia y que se vuelven a poner de moda, impelen a los enseñantes a ser sólo enseñantes, no educadores. Desde una nueva apelación a la “autoridad” y a la meritocracia, se comienzan a cuestionar los avances de la educación activa, laica y de los movimientos de renovación pedagógica. Quien no se adapta a unos límites normativos, en cuanto a rendimientos, cada vez cuenta menos a la hora de la programación de los planes de estudio y de la planificación de los enseñantes, esto lleva progresivamente a algunos alumnos a una temprana situación de retraso e inadaptación escolar y a la segregación o al temprano abandono del sistema educativo.
Los test de inteligencia que se desarrollan desde el famoso de Binet (1905) y muchas de las escalas de personalidad, inventarios, que han continuado empeñándose en clasificar, distribuir y seleccionar a la gente, se guían por una norma muchas veces cultural, ya se sabe, el anglosajón, blanco de clase media… etc,...... , si algún niño o niña se desliza un poco hacia abajo por cualquier motivo el día de la prueba, lo tildaban de deficiente en una buena temporada!!!! de ese círculo ya difícilmente se salía. Imaginaos si le llegan a hacer una prueba a algunos de esos maravillosos, pero maltratados por la vida, niños de la película, seguro que les sacan algo “feo”.... En fin, vaya con la campanita de gauss o curva de distribución normal, ¡cómo persigue a algunos!, sólo con que alguien con poder y/o influencia social o científica, se haya tomado la pequeña molestia de definir una norma. Los tecnócratas de la educación son tan peligrosos como los de la economía. El inspector de enseñanza, en la película defendía la norma como necesaria para el buen hacer de la clase, porque eso le habría de posibilitar poder tratar, con garantía de éxito a una mayoría de alumnos, pero obviamente el director de escuela y parvulista responsable, y que amaba igual a todos los niños y quería no marginar a ninguno con sus sistemas didácticos, no aplicaba los procedimientos normativos como el inspector.
También en un momento de la película el director de la escuela, cabreado por la falta de presupuesto en la escuela para cosas imprescindibles, y ante uno de los recortes presupuestarios, se dirige al despacho del alcalde, el cual le explica que el presupuesto en educación y en asuntos sociales se lleva un buen porcentaje del presupuesto de la República. Es obvio que la media y los porcentajes sirven como justificación de todo, es el dominio de los números estadísticos, el funcionalismo en educación o en política o en medicina...., de sobras sabemos lo que significan estos números cuando tratamos de enfrentarnos en nuestra profesión a un problema concreto educativo o social. Es como la teoría del pollo, cuando yo hice la mili (no había objeción posible entonces, sino deserción y declaración de prófugo si no se incorporaba uno) a los mandos les gustaba decir que todos éramos iguales porque comíamos pollo, se les olvidaba decir que la tropa rasa comía los cuellos, alas y vísceras y las piernas y pechugas se cocinaban en la cantina de oficiales. Lo mismo podríamos decir de la renta per cápita, el PIB y otras lindezas…
En fin, para los que hayan leído este artículo les sugiero imaginación, creatividad, y compromiso. Y hoy puede empezar todo o ser un gran día, plantéatelo así.
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