viernes, 30 de abril de 2010

La hora de la justicia fiscal



Francisco Morote Costa
– ATTAC Canarias

¿Es posible remontar la crisis del sistema sin un cambio de mentalidad sobre la urgencia de restaurar una verdadera justicia fiscal global y nacional?

El concepto de justicia fiscal no es tan difícil de entender. Se trata, sencillamente, de que paguen más, a escala mundial y nacional, quienes más tienen y ese objetivo sólo se puede lograr sobre la base de regular los flujos internacionales de capital y de priorizar los impuestos directos, los que gravan al capital y al trabajo mejor remunerado, sobre los impuestos indirectos, sobre el consumo, que por ser universales afectan por igual a los enriquecidos y a los empobrecidos, favoreciendo claramente a los primeros y perjudicando significativamente a los segundos.

Si el concepto de justicia fiscal está claro y es inteligible para todos, ¿cómo es posible que haya soportado décadas de incomprensión, impopularidad y desapego general?

Merced a una campaña permanente de descalificación y deslegitimación emprendida y mantenida, por los círculos económicos y políticos del pensamiento neoliberal y sus medios exclusivos, desde los años setenta del siglo pasado hasta la actualidad.

A esa campaña no le faltaron argumentos tramposos. Establecido el imperio de la mano invisible del mercado y el dejar hacer dejar pasar del estado, fue fácil proclamar que si se quería que los dueños del capital invirtieran creando así riqueza y puestos de trabajo no se les debía castigar con políticas fiscales que detrajeran parte de su patrimonio de la inversión productiva. Además, para reforzar la idea de que las grandes fortunas, los grandes capitales, no debían ser sancionados con una fiscalidad severa que desanimara la inversión, se recordaba ” oportunamente” la existencia de los paraísos fiscales, donde las grandes fortunas por procedimientos más o menos lícitos podían poner a buen recaudo, bajo el manto protector del secreto bancario, sus capitales.

Es así, como por cierto proliferaron los paraísos fiscales que poco a poco fueron ampliando el círculo “selecto” de sus clientes desde los simples evasores de capital, a los gobernantes corruptos, los traficantes de armas, de drogas, de blancas, etcétera y ,por si fuera poco, además de no mover ni un dedo contra los paraísos fiscales, los estados y los gobiernos, paralizados por la ideología neoliberal, se entregaron a diseñar políticas tributarias con las que premiar a los grandes capitales que rehusaran poner a salvo sus fortunas en los acogedores y seguros paraísos fiscales creando, como sucedió en España con las SICAV ( Sociedades de Inversión de Capital Variable), consideradas ” paraísos fiscales sin salir de casa”, auténticos privilegiados fiscales.

Sin embargo, el anuncio de que la reducción de la presión fiscal sobre los grandes capitales llevaría aparejado, necesariamente, una mayor inversión en la economía productiva resultó ser, en muchos casos, radicalmente falso. Con una tasa de beneficio cada vez menor la economía capitalista fue transitando cada vez más del campo de la producción al campo de la especulación que, al fin y al cabo, sólo acaba creando riqueza para una minoría de especuladores profesionales y sus clientes y no crea o apenas crea puestos de trabajo.

En fin, una consecuencia más de la injusticia fiscal universal imperante en los años de la globalización neoliberal, fue que la creciente desigualdad en la distribución de la renta del capital y el trabajo a favor del primero, no fue corregida por los estados redistribuyendo, mediante políticas tributarias progresivas y a través del estado de bienestar, una parte de la riqueza acumulada por el capital en beneficio de las depauperadas clases trabajadoras.

De ese modo, llevados por la invisible mano del mercado llegó la crisis financiera de 2008, cuando el sector bancario de la mayor parte del mundo occidental tuvo que ser rescatado de la bancarrota por la mano visible del estado, con el dinero de todos los contribuyentes. Pero lo peregrino, sino fuera por los tintes cada día más dramáticos e intolerables de la situación, es que una vez salvado el irresponsable sector financiero especulador – Wall Street, la City y los bancos estadounidenses, británicos, etcétera – y consecuentemente el gran capital, el estado tiene que reponer los desembolsos multimillonarios del rescate del sector financiero pidiendo prestado, precisamente a los mercados financieros que en gran parte contribuyó a salvar, el dinero que invirtió en socorro de los banqueros especuladores.

Es así como después del rescate del sector financiero los estados, en medio de una crisis que ahora golpea ya a los sectores productivos y genera un desempleo creciente, en lugar de sacar las lecciones pertinentes sobre la contumacia de los poderes financieros, para empezar a revertir el peso de la salida de la crisis sobre ellos, la carga sobre las espaldas de los ciudadanos corrientes y, especialmente, sobre las de los trabajadores. Atrapados por un sistema financiero hecho a la medida de la globalización neoliberal, desregulado, complacientes con los inaceptables paraísos fiscales, pusilánimes a la hora de corregir la injusticia de los modelos fiscales nacionales, los gobiernos neoliberales o socioliberales del mundo occidental, han optado por compensar la pérdida de las grandes sumas de los rescates bancarios y la caída de los ingresos fiscales mediante la emisión de deuda pública, la subida de impuestos indirectos, la congelación salarial, el recurso a reformas laborales lesivas para los intereses económicos y laborales de los trabajadores, etcétera.

Todo eso en lugar de proceder de una vez a una reforma profunda del sistema financiero internacional, regulando las transacciones, estableciendo impuestos internacionales solidarios con los que reequilibrar los maltrechos presupuestos nacionales y con los que reunir los recursos para combatir el hambre y la pobreza extremas de los países empobrecidos, suprimiendo los paraísos fiscales, talón de Aquiles de cualquier sistema financiero que pretenda alcanzar un mínimo de eficiencia y equidad y, en el caso de los estados, la vuelta a un modelo fiscal progresivo, del estilo de los que aún hoy hacen posible sociedades con una cohesión social envidiable y que sin ir más lejos están en el norte de Europa.

Es la hora de la justicia fiscal global y nacional y si los ciudadanos y muy especialmente los trabajadores no se movilizan y presionan a las instituciones internacionales, el FMI, el BM el G-7 y el G-20, y a los gobiernos para conseguirla, los banqueros y los grandes empresarios, la elite de los de arriba, empleando su enorme poder sobre los gobiernos impondrán salidas a la crisis que sólo contemplarán sacrificios y sufrimientos para los simples ciudadanos y trabajadores, es decir, para la inmensa mayoría que formamos nosotros, los de abajo.

En definitiva, ¿por qué no acabar con el déficit público no mediante el pago de una injusta deuda pública, sino mediante el cobro de una gran deuda privada que los grandes bancos, las compañías transnacionales y los megamillonarios capitalistas han contraído con toda la humanidad y el planeta mismo?

lunes, 26 de abril de 2010

El estado de la res publica: Regulación y control de los mercados financieros (2)


Antonio Fuertes Esteban

ATTAC ACORDEM

El dominio de las políticas neoliberales en el panorama internacional durante las tres últimas décadas ha significado el desarrollo de un modelo socio-económico hegemónico y global. Este modelo sirve como vara de medir a los poderes económico-financieros –corporaciones multinacionales y capital financiero - a la hora de valorar y aplicar, bien soporte o bien sanciones a los diferentes gobiernos, o sea a las políticas de los Estados nacionales. Muchos de estos gobiernos, que no han sido ajenos a este estado de cosas, pues han legislado durante años favoreciendo la actual situación, se ven ahora sojuzgados y chantajeados por aquellos poderes a los que han favorecido.

De seguir el actual estado de cosas, en el que quien dicta en gran parte las políticas económicas de los Estados son los poderes financieros, la democracia ha dejado de tener el significado fundamental para el que fue creada, la soberanía popular. Actualmente son muchos los autores que hablan de prevalencia de un “retorno aristocrático”, “democracia plutocrática” o de “una democracia elitista”, pero en ningún caso de una autonomía democrática política, económica y social.

Y es que el poder real lo detenta un “gobierno en la sombra” constituido por importantes actores políticos, económicos y mediáticos del Mundo desarrollado. Estos actores, a los que podríamos llamar la “aristocracia global” organizan ritualmente periódicos encuentros. Se representan en sociedad de cara a la opinión pública mediante sonados clubs privados y foros - Club de Roma, la Trilateral, Club de Bilderberg, Foro Económico Mundial de Davos - en los que debaten sobre el gobierno del Mundo, trazan líneas estratégicas, toman antidemocráticos acuerdos sobre el futuro de las políticas y nos obsequian con sendos informes y declaraciones. Estos foros y clubs del poder del dinero vienen siendo nutridos en su discurso por la labor pseudocientífica, arbitraria e interesada de prestigiosos y subvencionados think tanks ligados a las teorías económicas neoclásicas y al mito de la autorregulación, cuyos trabajos acaban teniendo gran influencia sobre las políticas mundiales.

Las directrices de Bilderberg o Davos se desarrollan y trasladan a las políticas a través de la actuación de los gobiernos y medios de comunicación de países desarrollados, a través de las Instituciones Financieras Internacionales (FMI, BM, OMC), a través de la OCDE o ahora el G-20, o bien a través de los diversos lobbyes que actúan presionando en todos los niveles de decisión, desde los lobbyes de Wall Street que presionan al Gobierno federal en Washington, hasta los miles de lobistas de Bruselas.

A algunos de estos foros, concretamente al de Davos, que ha celebrado este año su 40 aniversario y viene promoviendo una economía y arquitectura financiera internacional fuertemente desreguladas y liberalizadas, han ido incorporándose actores sindicales y de ONGs en los últimos encuentros, invitados por su establishment y desde una pretendida lógica de poder influir en un foro donde se trazan algunas líneas maestras de las políticas mundiales. En este sentido algunos estudios muestran la incapacidad de este foro para plantear cambios sustanciales en el signo de las políticas, más allá de su ya conocida consigna de prevenir o mitigar los efectos de los riesgos sistémicos para hacer posible la gobernanza. Y es desde esta óptica de gobernanza desde la que algunas grandes ONGs utilizando su imagen aspiran a incorporarse a foros y órganos de decisión política no democráticos y que sustituyen en sus decisiones la soberanía de los pueblos, al mismo tiempo que a defender en los mismos los intereses propios de su gestión humanitaria. Esto simultáneamente es percibido por el establishment como una práctica relevante para dotar de mayor credibilidad a dichos foros.

No obstante, la crisis financiera, económica y sistémica originada por la crisis de las hipotecas subprimes en EE.UU supuso al mismo tiempo la devaluación del Foro de Davos, al no poder ofrecer alternativas claras ante la crisis desde sus habituales planteamientos sistémicos, y así en 2009, el año en que China se incorporaba a dicho foro, la asistencia fue mucho menor de la habitual, no asistieron muchos de los habituales, en concreto Obama que delegó en una representación discreta por no tener alternativas claras que ofrecer a la crisis.

Pero aquello que mejor nos ofrece una idea del desgobierno global, que imposibilita un consenso a la hora de abordar las reformas o un nuevo marco necesario para las finanzas internacionales, es el papel irrelevante de Naciones Unidas, que han venido siendo sistemáticamente suplantadas en sus funciones por organismos como el G-7, G-8 y últimamente el G-20. A este respecto del 26 al 29 de junio de 2009 era convocada por su presidente, el ex-sandinista Miguel d'Escoto Brockmann, la llamada Cumbre sobre la Crisis Financiera y Económica Mundial, en la que ATTAC estuvo presente como movimiento ciudadano invitado. Dicha cumbre emitió un documento final y un informe técnico. Pero pasado cerca de un año, la necesaria reforma del sistema financiero sigue sin producirse, los diversos actores institucionales siguen discrepando sobre los métodos y la extensión de la reforma. Mientras tanto Miguel d’Escoto, ahora liberado de vinculación alguna a la ONU ha expresado su convicción de que la ONU es un fraude para los pueblos y que ha de ser refundada.

Presenciamos una situación incómoda para los gobiernos, pero también para los poderes financieros anglosajones Wall Street y La City de Londres, que han venido siendo los dueños de las finanzas internacionales y que no se resisten a perder su hegemonía en los mercados financieros, ni sus ventajas competitivas avaladas por ser las sedes que representan el mayor volumen en las transacciones financieras internacionales. Es bajo esta perspectiva que EE.UU lucha por mantener el dólar como moneda de referencia en un momento en que cada vez más está cuestionado este estatus preferente por China y Rusia capitaneando a otros países. También por NN.UU, que en las conclusiones e informe mencionados de la Cumbre de junio de 2009, menciona claramente al sistema monetario internacional vigente y la prevalencia del dolar como un factor clave en la génesis de la actual crisis económica.

Al mismo tiempo la Unión Europea tiene auténticos problemas para poder aprobar una normativa que regule los hedge founds y los prívate equity, y esto por la oposición de Gran Bretaña cuyos intereses en el sector financiero representan un porcentaje importante de su PIB. Mientras, por lo que se va dejando ver en la campaña electoral inglesa es bastante posible un importante retroceso de los laboristas que son los que más han avalado el europeísmo.

En EE.UU, Obama viene manteniendo una dura confrontación con la banca de Wall Street para poder implementar un impuesto a las entidades financieras. Pero también en la reunión de abril del ECOFIN (ministros de economía y finanzas de la UE) y bajo la presidencia Española, no ha podido consensuarse ninguna medida para implementar una tasa sobre la banca. Y es que en opinión de Jean-Claude Trichet, el presidente del Banco Central Europeo, este impuesto podría «asfixiar» a las entidades lastrando la recuperación económica de la zona del euro. El poder de la banca europea, con el BCE, está bien representado.

Uno tiene la impresión de que el “castillo de naipes” de la globalización financiera se está desmoronando y que esto es así porque no pueden improvisarse ni consensuarse fácilmente reglas que puedan ser eficaces para resolver los problemas originados por la desregulación y el desgobierno global de las finanzas, creados para mantener las políticas de competencia libre y “no falseada” que los grandes actores necesitan para seguir manteniendo su hegemonía económica. Aunque por otra parte este régimen de competencia libre y “no falseada” sea burlado por estos mismos actores para actuar en defensa de sus ilegítimos intereses.

Sin embargo, en teoría, la ola de crisis financieras en la última década ha generado un consenso de que el sistema financiero internacional debe ser reformado. Pero sigue habiendo desacuerdos profundos entre los responsables políticos y el sector privado respecto de en qué medida y profundidad deben ir dichas reformas. Cada vez son más las voces reconocidas que desde el interior del propio sistema están pidiendo regulación y freno a los excesos del mercado. Hasta prestigiosos propagandistas ultraconservadores en EE.UU como Richard Posner, ante la evidencia desatada, han dado un giro radical y en su libro “A failure of capitalism”, despeja dudas: “John Maynard Keynes tenía razón -proclama el apóstata- y Chicago (los chicago boys) ha vivido desde 1939 en el error”. En otros términos, no es cierto que los agentes de los mercados financieros sean inteligentes o dispongan de toda la información posible antes de tomar decisiones. El cientifismo que los liberales han otorgado a “la mano invisible del mercado” se ve de nuevo cuestionado.

Las instituciones financieras ya se han recuperado, han visto pasar lo peor de la crisis y han constatado que la sociedad corre a salvarlas de sus bancarrotas. Vuelven a tener ganancias y emplean el dinero de los rescates de nuevo en especular y no en proporcionar el crédito necesario a empresas y familias.

Los movimientos ciudadanos como ATTAC tenemos que crear opinión al respecto para que la ciudadanía exija a sus representantes, aquí y en otras partes del mundo, que realicen una importante regulación global de los mercados financieros. Los mercados no han de gobernarnos.

Pero ¿Qué alternativas propone el movimiento de ciudadanos ATTAC respecto a la regulación y control de los mercados financieros?