sábado, 7 de julio de 2018

Los verdugos de la política combaten la Tasa Tobin



 Antonio Fuertes Esteban. ATTAC Acordem

Este año 2018 hace 20 que se creó en Francia ATTAC, movimiento de ciudadanía contrario a la Mundialización neoliberal y por otro Mundo posible. Surge en Francia como respuesta a los perversos efectos de la Globalización financiera. Como respuesta de un estado de opinión entre académicos, profesionales y ciudadanía crítica, estado que mueve opiniones como la de Ignacio Ramonet en su artículo “Desarmar los mercados” en 1997. Recordemos:

“La mundialización – cuyo principal motor es la optimización a escala planetaria del capital financiero – está poniendo a los pueblos en estado de inseguridad generalizada y el resultado es que las sociedades existentes son sociedades sin poder”. El desarme del poder financiero debe convertirse en un objetivo de interés cívico de primera magnitud “…….. ““Es urgente arrojar algunos gramos de arena en el engranaje de estos movimientos de capitales devastadores. De tres formas: supresión de los “paraísos fiscales”; aumento de la fiscalidad en las rentas del capital; aplicación de tasas sobre las transacciones financieras”…….. “El impuesto sobre las rentas financieras es una exigencia democrática mínima, Por ello es importante poner en marcha mecanismos disuasorios como la Tasa Tobin, gravando todos los intercambios de divisas en un 0’1%, esto afectaría sobre todo a las transacciones en corto que no tienen como objeto intercambios productivos, sino la especulación con las monedas aprovechando la fluctuación en  los tipos de cambio”…….. “¿Por qué no crear (a escala planetaria) la Organización No Gubernamental Acción por una Tasa Tobin de ayuda a los ciudadanos (ATTAC)? En coordinación con sindicatos y asociaciones con finalidades culturales, sociales o ecológicas, podría funcionar como un formidable grupo de presión cívica ante los gobiernos para impulsarles a reclamar finalmente la puesta en marcha efectiva de este impuesto mundial por la solidaridad?”

De la experiencia pasada le fue fácil deducir que los mercados financieros desregulados acaban siendo armas de destrucción económica y social masiva.

En octubre de 1929 en dos dramáticas sesiones, se hundió el valor de las acciones en la Bolsa de Nueva York, lo que provocó el Crash financiero que supuso la Gran depresión de los años 30, extendiéndose a Europa y cultivando las condiciones económicas y sociales que abonaron la Segunda Guerra mundial. El desarrollo de la burbuja se gestó desde 1927 y en el origen estaban las condiciones crediticias que permitían invertir en bolsa sólo con un 10% de cobertura y un apalancamiento crediticio hasta del 90%.

En 1933 John Maynard Keynes, propone establecer un pesado impuesto de estado contra las transacciones financieras de todo tipo, especialmente las especulativas que se desarrollan en el corto plazo. Dice Keynes “la falta de liquidez crearía un serio obstáculo a la inversión productiva, pero la existencia de esta liquidez, dado que estimula la especulación, hace de la inversión productiva el subproducto de la actividad de un casino y no el objeto de una selección rigurosa según los criterios de rentabilidad productiva”. ¿Cómo se puede salir de este dilema? Si bien no se puede erradicar la liquidez, Keynes propone reducirla. Dice que las transacciones especulativas, en beneficio público, han de resultar inaccesibles y caras. Propone entonces un impuesto a las transacciones financieras, que tendría un efecto estabilizador sobre los precios de los activos financieros y mejoraría el crecimiento económico y el empleo. Esta medida de un ITF no es asumida por la comunidad internacional, aunque tampoco fue necesario durante la gran depresión, dado la debacle financiera y de las transacciones. Después del Crash los índices bursátiles no volvieron a valores comparables a los anteriores de 1929 hasta 1954.

Antes de acabar la Segunda guerra, en 1944, las potencias occidentales se reúnen en Bretton Woods y elaboran las bases del sistema económico, financiero y monetario de post-guerra. Se toman medidas para establecer marcos reguladores y controles a las economías nacionales y al comercio e inversiones a nivel internacional. A nivel financiero-bancario se refuerza con controles la Ley Glass–Steagall de 1933, por la que se quiso prevenir una nueva crisis financiera como la de 1929, separando la banca de depósitos de la banca de inversión para evitar los grandes flujos financieros fuera de control. El Estado se reservaba la posibilidad de ayuda a la banca de depósito en caso de déficit, pero no así a la banca de inversión que había de cargar con la responsabilidad absoluta sobre los resultados de sus inversiones.

Con Bretton Woods EE.UU se erige como principal garante y beneficiario del nuevo patrón monetario. Se impone el oro como valor reserva y paralelamente la paridad dólar-oro, que garantiza la prevalencia del dólar en el sistema internacional. El principal acuerdo firmado en Bretton Woods fue el de mantener todos los tipos de cambio fijos con respecto al oro. En la práctica, los tipos de cambio permanecían fijos con respecto al dólar y este era convertible en oro a una tasa fija de 35 dólares por onza. Esta situación le dio a Estados Unidos dos grandes ventajas. Por un lado, obtuvo grandes ganancias derivadas de producir los dólares que se usaban en todo el mundo. Por el otro lado, Estados Unidos pudo permitir mantener un déficit en balanza de pagos por un largo periodo. Sin embargo a finales de los 60 la cobertura de dólares en oro de EE.UU pasó del 55% de cobertura en oro al 22%, Estados Unidos tuvo que imprimir dólares muy por encima de sus reservas oro para hacer frente a gastos extraordinarios. Y es por ello que EE.UU abandona en 1971 el sistema de Bretón Woods, básicamente lo que hace es suspender pagos cuando necesita sufragar gastos extraordinarios. (Gran sociedad de Lyndon Jhonson, Guerra Vietnam). Lo hace Nixon en agosto de 1971 aboliendo el sistema de paridad que significa simplemente in-pagar, dejar de dar oro e imprimir dólares que no eran convertibles.

Así que a partir de 1971, con la pérdida de la paridad, EE.UU hace frente a sus necesidades financieras imprimiendo dinero sin cortapisas. El automatismo que tenía el oro para ajustar los déficits exteriores y la inflación desaparece. A partir de ahora los países pueden acumular déficits exteriores enormes impensables en el anterior sistema de patrón oro. La pérdida de convertibilidad dólar-oro supone por otra parte fluctuaciones imprevisibles en los tipos de cambio, inestabilidad de las monedas y campo libre a la especulación. EE.UU acaba con el sistema de Bretton Woods unilateralmente e inicia el camino de transformación de la economía, buscando atraer capitales a su novel industria financiera.

Los inversores financieros tienen la necesidad de diversificar los riesgos, “no poner todos los huevos en la misma cesta”, y para ello han de diversificarse las inversiones y liberalizar los mercados para poder pasar sin riesgo de unos activos a otros. Para facilitar el pasar de unos mercados a otros a lo largo de todo el Mundo se promueven legislaciones en todos los países durante los 70 y 80 que suponen la absoluta liberalización de los mercados de capital y de cambio. Mientras en el mercado interior se suprimían las restricciones al crédito bancario y a los topes de las tasas de interés por parte de los estados.

La liberalización del mercado de capitales promueve una economía internacional fuertemente especulativa que cambia la naturaleza misma del mercado. El motivo de la especulación se impone a los motivos iniciales de favorecer las transacciones y al de precaución. Algunos autores sitúan el inicio del proceso de globalización financiera en la medida de abandono de la paridad dólar-oro, en 1971. Es sobre estos cimientos que las políticas neoliberales – iniciadas en EE.UU en los 70, aplicadas a las finanzas mediante la libertad absoluta de los mercados de capital, la desregulación de los mercados e instituciones financieras y la progresiva privatización y concentración oligopólica del sistema bancario – mutan la existencia del capitalismo (que no la esencia), en el nuevo marco de la globalización real, de carácter financiero. Se habla así de financiarización de la economía.

Nada de esto hubiera pasado si en 1972 la comunidad internacional hubiera valorado adecuadamente la receta de James Tobin que pretendía impedir que los estados perdieran capacidad para implementar políticas autónomas, ante las finanzas descontroladas. Esta receta era la llamada Tasa Tobin, un impuesto para disuadir la especulación cortoplacista sobre los tipos de cambio en los mercados monetarios, reactivando así la capacidad de los bancos centrales para intervenir en los mercados de divisas. Propone en 1972 poner obstáculos a la excesiva movilidad de capitales mediante la aplicación de un impuesto a las transacciones de cambio en monedas, Tasa Tobin. Es lo que llama echar algunos granos de arena en los engranajes demasiado bien lubricados de las finanzas internacionales. Su intención no fue recaudatoria sino establecer un cortafuegos a la especulación financiera, disuadiéndola.

Sin embargo no se actuó a tiempo y el proceso iniciado en 1971 de financiarización de la economía, propio de la llamada Globalización financiera, dura dos décadas de medidas neoliberales acumulativas sobre las finanzas:  Eliminación barreras proteccionistas. Supresión controles de capital y de cambio, EE.UU (1974). La OCDE presiona para suprimir el control de capitales en todo el Mundo, lográndose así la afluencia capitales a Wall Street. Se liberalizan los tiempos interés (1979). Desregulación bancaria. Fin de tributación en origen (Reagan 1982). Reformas en las bolsas y sobre el mercado de valores. Integración global mercados de capital en los 80s. Desintermediación bancaria y paulatina evolución de los bancos comerciales a bancos de inversión. Creación de dinero bancario a través depósitos a la vista. Grandes bancos orientan  sus actividades a la banca privada y el offshore. Se promueve la independencia de bancos centrales y el abuso de titulización y apalancamiento, la ingeniería financiera y los productos derivados. Clinton en 1999 rubricaba delante los bancos la gran capitulación, por medio de la Gramm-leach-Bliley Act, abole la ley Glass Esteagall que separaba los bancos de depósito de los de inversión.

El descontrol generalizado de los mercados financieros ha ido provocando burbujas especulativas sobre activos diferentes en cada momento. La crisis de 1994 en México provocó la devaluación del Peso. En 1997 la especulación sobre el Bath tailandés provocó la devaluación a la mitad de su valor, esto fue el origen de una profunda crisis económica y social en el Este asiático que recaló sobre las economía mundial por “efecto dominó”. En 2001 la quiebra de los valores de la Nueva economía originó la llamada Burbuja puntocom, que significó el inicio de una recesión y mientras esto sucedía se iniciaba una nueva burbuja especulativa que tenía como base los títulos hipotecarios sobre la adquisición de vivienda en EE.UU (subprime) y en otros países ( Irlanda o España). La explosión de los derivados empaquetados con títulos subprime, dio lugar en 2008 a lo que hemos denominado Gran recesión y 10 años de crisis sistémica capitalista de la que no hemos salido, ya que el nivel de empleo se ha equilibrado en base a trabajo temporal, precario y sueldos de pobreza. Las desigualdades se han disparado y los servicios y prestaciones sociales propios del estado de derecho han sufrido importantes recortes. En 2008 los inversores decidieron trasladar su ámbito especulativo a otros sectores, como el de los bienes básicos o los alimentos. La especulación sobre este último sector creó grandes malestares en 2008 y en 2011 en países como México, Haití, y diversos países latinoamericanos o africanos, habiéndose sucedido las revueltas por el precio abusivo de los alimentos más básicos. Ningún posible bien o servicio queda hoy libre de la acción especulativa de los bancos, fondos de inversión u otros grandes inversores internacionales. Estamos contemplando cómo los llamados “fondos buitre” especulan comprando suelo urbanizable, fincas enteras para alquiler turístico en España o compran la deuda soberana de algunos estados para posteriormente ser exigentes en sus plazos de cobro, si es necesario llevando a los estados a los tribunales. Estamos viendo como estos fondos recalan en el accionariado de hospitales, tienen tomada la llamada “prensa libre” o compran grandes empresas para seccionarlas “sanearlas” despidiendo mano de obra no necesaria y venderlas luego a pedacitos a los mejores postores oligopólicos, es un claro ejemplo de lo que ha pasado, no solo con empresas comerciales, sino también con algunos bancos, aunque lo más frecuente es que la re-estructuración bancaría haya significado la absorción de bancos pequeños por los sistémicos a precio de saldo.

No se si a estas alturas ya nos vamos enterando de las magnitudes de las que estamos hablando y de las consecuencias que este capitalismo de casino reporta a las sociedades. Pero ¿Qué se ha hecho para remediarlo desde la sociedad civil y las instituciones?

ATTAC se funda en Francia hace 20 años, en 1998, y ahora es una red de ciudadanas y ciudadanos en países de Europa, América, África y Asia. Desde su inicio abanderó la Tasa Tobín, hoy ITF sobre todo tipo de transacciones financieras, y diversas ONG,s, sindicatos y otros colectivos locales se fueron uniendo a partir de 2005 a esta iniciativa para desarmar los mercados. Como consecuencia de la presión de la sociedad civil durante una década han tenido lugar a distintos niveles de gobierno iniciativas legislativas que fundamentalmente han fracasado, fundamentalmente por falta de presión popular y de voluntad política para hacerlas realidad. En 2010 se aprueba en el Parlamento Europeo una moción por un ITF, presentada por la parlamentaria socialista griega Anni Podimata, consigue su aprobación y es el inicio de un proceso fallido en el que se ha constatado, con toda su crudeza, quien manda en la Unión Europea, los lobbies financieros que defienden el interés de las grandes corporaciones. La primera directiva sobre un ITF en la UE redactada por la Comisión Europea ve la luz en 2011, con un impuesto sobre acciones y bonos del 0’1% y a los derivados de un 0’01%. Si bien muchos lo tachamos de insuficiente para lograr disuadir la gran especulación financiera, lo saludamos positivamente como primer paso para ir introduciendo en las agendas políticas y ciudadanas el debate sobre este impuesto internacional a la especulación.

La directiva de 2011 sobre un ITF en la UE no prospera por la fuerte oposición interna de países, que, como Gran Bretaña o Luxemburgo tienen en la industria financiera una fuente de ingresos considerable. Para salvar en lo posible este impuesto, en 2013 se lleva adelante un proceso de cooperación reforzada en el que 11 países de la UE logran que la Comisión vuelva a redactar otro marco legislativo para estos 11 países. Las medidas de esta directiva restringida ya habrían de haberse puesto en marcha a día de hoy, pero la gran presión de los lobbies financieros de Bruselas sobre los gobiernos provocó un nuevo fracaso, unido a las desavenencias por la extensión de la base imponible de este impuesto. Francia e Italia “tiraron por la directa” y adoptaron mediante tibios ITF particulares medidas unilaterales de carácter fundamentalmente recaudatorio. España rechazó en sede parlamentaria la propuesta de Unidos Podemos de lanzar su propio ITF. La situación actual del impuesto es dramática, las sucesivas reuniones del ECOFIN (Reunión de ministros de economía y finanzas de la UE) han ido aplazando la puesta en marcha de este impuesto. La próxima presidencia de la Unión Europea de Austria, un país al que se había delegado el banderín del ITF en Europa, pero que ha cambiado recientemente su gobierno por uno de derecha-extremaderecha y euroescéptico, hace presagiar lo peor.

Actualmente la especulación, que constituye la base de lo que Keynes llamaba “economía de casino” mueve importes diarios 80 veces superiores a los que se mueven dentro de la economía real (la que se centra en la producción, distribución y consumo de bienes y servicios). El beneficio de las corporaciones era estimado, en un estudio de “Economistas frente a la Crisis” valoraba en 2014 que dentro del balance de las empresas transnacionales en el Mundo, los beneficios de su actividad especulativa multiplican por 29 el de su actividad productiva. Estos datos serían meras cifras si no fuera porque esta situación socaba el poder de presión de los trabajadores mediante la huelga como instrumento de lucha sindical. Unos sindicatos que no han comprendido que acabar hoy con la explotación financiera especulativa sobre el mundo del trabajo es tan vital como el derecho a huelga para combatir la explotación laboral. Los sindicatos de trabajadores, partidos políticos de izquierda y ciudadanos críticos en general han de actualizar su diagnóstico en algunas ocasiones, pero sobre todo sus respuestas. El paradigma fordista, hace décadas extinguido, no puede ser el que siga alimentando las respuestas organizadas al capitalismo, capitalismo hoy global y financiarizado. Combatir la dictadura de los mercados dentro de la actual globalización neoliberal plantea hoy retos de análisis y acción social y política colectiva extraordinarios.

Hay que acabar con la industria financiera especulativa y con su mayor base operativa, la opacidad de los refugios fiscales. Para ello hay que luchar a nivel internacional por un ITF que disuada la especulación cortoplacista con todo tipo de activos. La apuesta de Ignacio Ramonet para crear un fuerte movimiento cívico-político para desarmar los mercados tiene ahora más vigencia que nunca y desde la política ha de ser un objetivo de primera necesidad.

El capital ha ido construyendo el laberinto en el que las sociedades hemos quedado prisioneras sin darnos cuenta, endeudados, sin rumbo ni referencias conocidas a las que agarrarnos. Lo más deprimente es que han logrado que nuestros representantes políticos sean, mayoritariamente, los “mayordomos” que cuidan del laberinto. ¿Cómo explicamos a la gente que ha quedado atrapada en un complejo laberinto financiero, habitado por el minotauro de la austeridad que se alimenta de sacrificios humanos, que sólo enfrentándonos al constructor del laberinto, el capital financiero, lograremos salir? Muchos prefieren soslayar esa titánica tarea, en la sociedad de la competencia, cada cual busca su nicho de redención, temerosos de afrontar el reto político que los tiempos requieren: Abordar la contradicción fundamental hoy y aunar a la ciudadanía en la lucha política contra el capital financiero. Mientras el poder del dueño del Laberinto crece cada día, conforme el laberinto se complejiza.

Se cumplen 20 años de la fundación de la Asociación ATTAC para la tasación de las transacciones financieras y la acción ciudadana y 10 años del Crash de Lehman Brothers que supuso el inicio de la actual crisis sistémica. Tomemos buena cuenta de los orígenes de esta y otras crisis y de las formas posibles de enfrentarnos a ella, el futuro de la humanidad y el planeta están en juego. Hemos de arrebatar la política de las manos de sus verdugos, los mercados financieros.

Este artículo está lleno de referencias de un artículo anterior del autor


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